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Actualizado: 17 de mayo de 2025


Si la lluvia ha desmoronado los campos, que se cultivan en gradas sobre las pendientes, todos se ocupan en recoger la tierra que se ha venido abajo y subirla en espuertas hasta la vertiente de donde se cayó. Si el torrente desbordado ha cubierto de piedras las praderas, todos se afanan en limpiar el césped de tales escombros que lo ahogan.

Sus frondosas calles de árboles cortados con el arte mas acabado, sus lagos y cascadas, sus praderas deliciosas, sus jardines y artísticos bosquecillos componen un conjunto tan alegre y risueño, tan bello y elegante, que cualquier pintor delicado no podrá ménos de contemplar absorto y complacido, sus proporciones, sus cuadros, sus luces y sombras, su poesía, enfin.

En las numerosas alti planicies, las praderas están cubiertas de ganados diversos; miéntras que mas abajo, en el fondo de los vallecitos, florecen los árboles frutales en grande abundancia y medra el cultivo de las legumbres y los cereales.

En el cinematógrafo no tuvo rival, y fué al poco tiempo «El rey de las praderas». Antes de los treinta años había juntado una fortuna considerable y su nombre era famoso en la tierra entera.

Los dos mostraban grandes manojos de una hierba que se cría en aquellas praderas. Es una liliácea, que algunos llaman matacandil y otros jacinto silvestre o cebolla de lagarto. Tiene un tallo o tuetanillo que se chupa, ¡y es dulce!

Había sido de los primeros en convertir las tierras vírgenes en praderas, sustituyendo el pasto natural con la alfalfa.

Y sin permitirse ni uno ni otro el más insignificante regalo, ni una copa de aguardiente, ni una onza de chocolate. Aquella vida de esfuerzos y privaciones tuvo al fin su recompensa. Los vecinos del llano, que disfrutaban fértiles vegas y praderas riquísimas de regadío, se dieron un día cuenta con asombro de que el tío Pacho de la Braña era el paisano más rico de Villoria.

Conocían también, palmo a palmo, las veredas que van por las vertientes del monte Larrun y no había misterios para ellos hacia el lado Este de Navarra en esas praderas altas, metidas entre los bosques de Irati y de Ori. La vida de Capistun y Martín era accidentada y peligrosa. Para Martín, la consigna del viejo Tellagorri era la norma de su vida.

Si de joven había soñado cosas mucho más altas, su dominio presente parecía la tierra prometida a las cavilaciones de la niñez, llena de tardes solitarias y melancólicas en las praderas de los puertos.

En su desamparo, ni suficiente le pareció siquiera su habitual plegaria para pedirle fuerzas a Aquel que las otorga, y al romper el día salió del castillo atravesando las húmedas praderas, en busca de la iglesia, allá, en el límite del aún dormido bosque: momentos después habría podido vérsela en el templo rogando desolada con fervor de mártir que se apresta al supremo sacrificio.

Palabra del Dia

bagani

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