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Actualizado: 15 de junio de 2025


Las «socias» cuidaban escrupulosamente de la blancura de sus cuellos y pecheras, y en ciertos días ostentaba sobre el chaleco una cadena de oro, doble, igual a la de las señoras, préstamo de su respetable amigo, que había ya figurado en el cuello de «otros muchachos que empezaban».

En el último tercio del mes se presentaba casi todos los días en el claustro para ablandar con sus ruegos al Vara de plata y decidirle a un préstamo de unas cuantas pesetas. Adulaba a Mariquita, que no podía mostrarse esquiva con él a pesar de su sotana.

Del que restituye.... No señor; del difunto... de otro difunto. No me tire usted de la lengua, eso no está bien. No, si yo no tiro... ¡Dios me libre! Ello será que la casa Valcárcel prestó este dinero sin garantías... y ahora.... El cura estaba diciendo que no con la cabeza desde que Bonifacio había dicho casa. No, señor; no fue préstamo, fue donación inter vivos. ¿Y entonces?

Mi amigo el naturalista se indigna mientras la voz infantil va desarrollando la acción de la conocida fábula, la cigarra imprevisora y alegre que canta sin pensar en el porvenir, y cuando llega el invierno, transida de frío y vacilante de hambre, va en busca de la hormiga para implorar un préstamo.

Cuando los muchachos que recibían el préstamo no se pegaban un tiro y sus padres se veían amenazados por la deshonra, el señor de Cupón transigía el asunto, viniendo siempre a quedaren sus garras el sesenta por ciento al año. Fue diputado de una mayoría conservadora, y contribuyó poderosamente a varias peregrinaciones católicas.

Pero antes de alejarse sonó á sus espaldas una doble exclamación de asombro. ¡Ahí llega Fontenoy dijo la mujer , el gran protector de los Torrebianca! ¡Qué extraño verle en esta casa, que nunca quiere visitar, por miedo á que su dueña le pida luego un préstamo!... Algo extraordinario debe ocurrir. El ingeniero reconoció á Fontenoy en el grupo de gente elegante saludando á los Torrebianca.

Unas veces se veía patrono, otras modesto empleado; tan pronto daba dinero á los simples conocidos, como solicitaba un préstamo para continuar sus viajes. Ahora según declaró á Morales desde las primeras palabras se ocupaba en comprar novillos, como representante de cierta casa del Uruguay que fabricaba carne líquida para los niños y los adultos débiles.

Por supuesto, aquella solución provisional era muy peligrosa, y convenía acelerar la definitiva exigiendo de Milagros el pago del préstamo.

; era preciso arreglar aquello; el honor de la familia no podía quedar a voluntad de cuatro usureros, que, merced a ciertos papelotes firmados por doña Manuela con tanta irreflexión como frescura, exigían quince mil pesetas por un préstamo de once mil. Había que pagar; pero... ¿y el dinero? ¿dónde encontrar el dinero?

La señora tomó pie de esto último para variar la conversación: «Dices bien. ¿Sabes que tu hermano Juan Pablo me parece a que no está bueno de la cabeza? Hoy estuvo otra vez a darme la jaqueca... Pues que le he de hacer el préstamo o se pega un tirito. ¡Como no se mate él! Es el egoísmo andando.

Palabra del Dia

rigoleto

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