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Actualizado: 15 de junio de 2025
Tampoco dió importancia á este accidente. Su pensamiento no estaba mudo, y bastaría para que él y la difunta se entendiesen. Aquí estoy, difunta Correa dijo mentalmente . He tardado un poco, pero no fué por mi culpa: bien lo sabe usted y su hijito. Traigo el préstamo, con los intereses que le prometí. Son cuarenta pesos.... No he podido traer más.... Me ha sido imposible juntar más....
Asimismo había podido observar Maximiliano en su propia casa lo implacable que era su tía con los deudores, y de este conocimiento vino el inspirado juicio que formuló de esta manera: «Si me caso con Fortunata y si la suerte nos trae escaseces, antes pediremos limosna por las calles que pedir a mi tía un préstamo de dos pesetas... Mientras más amigos, más claros». Nicolás y Juan Pablo Rubín.
Casi siento la tentación de pedirte prestados tus treinta mil francos. Los dos rieron ante la idea de este préstamo. ¡Ella que había venido á suplicarle como deudora!... Ignoro lo que podré hacer por ti; no sé cuál es mi situación; pero haré cuanto pueda. Esperemos; hay que tener paciencia. Estos tiempos no pueden durar. No; no pueden durar.
No, no, Casilda exclamó con desesperación, todo menos eso, todo menos eso... Es cierto que no pediríamos sino una parte mínima de lo que nos corresponde, y no en calidad de donativo, sino en calidad de préstamo, pero siempre sería pedir un servicio, un favor, a ellos, los Esteven. ¿Y si no te reciben, desgraciada? ¿y si no te lo hacen ese favor que vas a pedirles poco menos que de rodillas, porque no quieren, o porque no pueden, arruinados como dicen que están? ¡Sería una humillación vergonzosa y estéril!
Para esta providencia me parece no habría embarazo, pues la piedad de Su Majestad franquea en la nueva ordenanza sus reales haberes para socorrer a los indios necesitados, supliéndoles por vía de préstamo, y sin ningún interés, lo que necesiten para fomentarlos, libertándolos así de los repartimientos que antes sufrían.
Su tía no le dejó pasar del exordio, negándose absolutamente a contratar ninguna clase de préstamo ni en las condiciones más usurarias.
En vez de ayudarme, tiraban de la cuerda para estrangularme más pronto. Me veían devorada por la usura, y no eran para ofrecerme un préstamo en buenas condiciones. Ellos pudieron salvarme y me dejaron perecer.
Iniciado en ella el desvío, lo primero que hizo fue evitar que menudearan las visitas de Millán entre semana, fundadas en el préstamo de libros: luego ocurrió la escena narrada a Pepe por el amante desdeñado, en la cual intervino Tirso, y, por último, la muchacha acentuó tan enérgicamente su desamor, que el novio casi dejó de merecer tal nombre.
En cuanto al segundo préstamo, Bonifacio tuvo que confesarse a sí mismo que lo había tomado por un escopetazo, y que este era el apelativo que le había aplicado en sus adentros.
Mujeres glaciales que le trataban con visible despego, mujeres de reconocida virtud que repelían con su aspecto toda audacia, se habían acercado á él con repentina decisión, solicitando un préstamo y preguntando acto seguido á qué hora podía ofrecer el príncipe una taza de té en Villa-Sirena. Recordó al coronel, que consideraba el juego como el peor de los enemigos de la mujer.
Palabra del Dia
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