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Actualizado: 15 de junio de 2025
Así se lo decía hoy a mi hermano; pero, en fin, señor Robert, espero que usted me dará un consejo o una información que me sea útil; yo quiero vender esa casa, o hipotecarla o darla en garantía de préstamo, ¿es posible esto en las veinticuatro horas?
El efecto que estas cláusulas hicieron en las dos amigas no fue tan grande como debía esperarse. En la cara de Rosalía se pintaba una incredulidad indiferente, que poco después se resolvió en alarma, recordando que el préstamo de cinco duros solicitado un mes antes por Cándida, había tenido un preámbulo parecido al que acababa de oír.
¿Otro préstamo más? dijo el usurero. ¡Estamos frescos! Ni al veinte por ciento. Usted es el sobrinito de Esteven, ¿verdad? pues peor. Sin embargo se atrevió a argüir Quilito, usted tiene un pagaré a mi nombre, que... que mi tío... garantiza. Balbuceaba, temeroso que le oyeran.
La casa del gordo Arnaiz era relativamente moderna. Se había hecho pañero porque tuvo que quedarse con las existencias de Albert, para indemnizarse de un préstamo que le hiciera en 1843.
Raro era el año que no vendían alguna finca ó tomaban á préstamo dinero para cubrir el déficit de sus ingresos. Charlaron mucho, muchísimo. Laura no se cansaba de acariciar á su hermana y de contemplarla con ojos ansiosos y húmedos. Recorrieron toda la casa.
Colorado como un pimiento declaró el español que, por una casualidad que lamentaba, no traía consigo aquella insignificante cantidad; pero que en un periquete corría a su casa... que estaba muy cerca, y volvía con los cuartos. Y echó a correr sin oír las palabras de Mochi que, por no molestarle, renunciaba al préstamo.
Basilio al oir semejante lenguaje, aunque quería mucho á Isagani, dió media vuelta y salió. Tenía que ir á casa de Makaraig para hablarle del préstamo. Cerca de la casa del rico estudiante, notó cuchicheos y señas misteriosas entre los vecinos. El joven, no sabiendo de que se trataba, continuó tranquilamente su camino y entró en el portal.
Caía en la trampa el infeliz labriego impulsado por la necesidad y se llevaba el caballo después de firmar con toda clase de garantías y responsabilidades el préstamo de una cantidad que no había visto, pues el don Jaime, representante de un ser oculto que facilitaba el dinero, la entregaba al mismo don Jaime, representante del dueño del caballo.
Cuando le pidió dinero para comprar más ganado y pagar algunos picos que debía, D. Jaime puso muy mala cara, pero se lo otorgó en préstamo al diez por ciento: le hacía gracia especial, porque la mayor parte lo tenía colocado al doce.
No me gusta una gente tan excesivamente graciosa. Voy á buscar un pan, un pan que necesito, un pan que vale un sueldo; yo doy un sueldo del mismo modo que á mí me dan un pan; yo hago el favor que recibo; propiamente hablando, no hago favor ni me lo hacen, porque la mutualidad no es favor; porque no es favor el préstamo de la existencia: ¿por qué esas cuatro gracias que vienen á llenarme de melancolía, porque vienen á darme cuenta de profundas llagas sociales, en un pueblo que se llama tan civilizado? ¿Por qué esas gracias que convierten en un alarde ceremonial y mentiroso la fraternidad que nos debemos, la verdad eterna del hombre, porque es la verdad de la causa creadora, la verdad de Dios?
Palabra del Dia
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