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Actualizado: 15 de junio de 2025


Así fue prosperando, sin que las burlas de la gente de la ciudad le hicieran perder la confianza de aquel rebaño de rústicos que le temían como a la Ley y creían en él como en la Providencia. Un préstamo a un mayorazgo derrochador le hizo dueño del caserón señorial que desde entonces pasó a ser de la familia Brull.

El padre Godoy brincó de gusto, vistióse las flamantes prendas, y encaminóse al palacio arzobispal a dar las gracias a quien con tanta liberalidad lo aviaba, pues presumía que aquello era un agasajo o angulema del prelado agradecido al préstamo. Nada tiene que agradecerme, padre Godoy le dijo el arzobispo.

Ovejero pensó que él podía hacer lo mismo. La difunta Correa era una buena mujer y aceptaría seguramente desde el fondo de su tumba de piedras este préstamo.

Y por último, todo lo expuesto no habría bastado quizás a determinar en ella la temeraria acción del préstamo, si no contara con la retirada segura en el caso extremo de que Bringas lo descubriera y lo desaprobase; si no contara con los ofrecimientos que la tarde anterior le había hecho el amigo de la casa.

Ya está evitada replicó D. Juan, mirando al prestamista con la mayor frialdad. Ya no necesito el préstamo. ¡Que no lo necesita! exclamó el tacaño desconcertado. Repare usted una cosa, D. Juan. Se lo hago á usted... al doce por ciento.

De no aceptarse al novio, se le entrega el importe del servicio, el cual se le carga en cuenta al nuevo pretendiente que tenga la dalaga, de modo que el pamimianan no es ni más ni menos que un préstamo que se hace al padre, con la garantía de la hija.

En estas maniobras, tropezaron los dedos de uno y otro; pero como él no sabía qué decir y ella lo comprendió así, la tiple, por hablar algo, dijo: Il Mochi m'ha detto... Ah! siete un galantuomo... Y aludió vagamente, con delicadeza, al préstamo.

Explicaré lo que esto significaba y á dónde iba con su cuerpo aquella tarde el desventurado Don Francisco. El día mismo en que cayó malo Valentín, recibió su padre carta de un antiguo y sacrificado cliente ó deudor suyo, pidiéndole préstamo con garantía de los muebles de la casa.

Pensó que su hermano le iba a reclamar de golpe el préstamo. Vamos contestó en voz baja, dejando caer el hacha de las manos. Y ambos entraron en la casa y subieron, uno en pos de otro, la escalera ahumada que conducía a la sala. D. Jaime se sentó: Tomás quedó en pie.

No, Barret, aquello no podía continuar. No lo consentiría; era asunto de buen corazón. Y como le habían hecho proposiciones de nuevo arrendamiento, avisaba á Barret para que dejase los campos cuanto antes. Lo sentía mucho, pero él también era pobre.... ¡Ah! Y por esto mismo le recordaba que habría que hacer efectivo el préstamo para la compra del rocín, cantidad que con los réditos ascendía á....

Palabra del Dia

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