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Actualizado: 19 de junio de 2025
Movía el ciego sin cesar su cabeza, cual si quisiera dirigir las palabras de su canto a diferentes partes del cielo, y ponía en algunas endechas una vehemencia y un ardor que denotaban el entusiasmo de que estaba poseído.
Y, sin embargo, ningún pueblo los ha poseído en el mismo grado ni ha sido más variado en la creación de sus tipos; lo que le ha faltado es la libertad literaria que se le disputa, desde que posee una literatura, en nombre de Aristóteles, en nombre de la Sorbona, en nombre de la Universidad, en nombre de la Academia, y que, en los días de emancipación universal a que hemos llegado, se le negará probablemente en nombre de la universidad.
Viéndole tan activo, tan solicito, tan poseído de su papel de amo, me acometió un deseo punzante, que con dificultad logré reprimir, de preguntarle: «Vamos a cuentas, amigo mío: yo no dudo que amases entrañablemente a tu padre; pero si por un movimiento libérrimo y absolutamente secreto de tu voluntad pudieses resucitarle para entregarle de nuevo ese título y esa gran fortuna que ahora posees, ¿lo harías? ¡No mientas! ¿lo harías...?» Después de esto le he tropezado muchas veces en sociedad, saludado, acatado por todo el mundo.
Aunque se elevase á cuatrocientos millones de pesos fuertes, todavía sería muchísimo menos de lo que Cuba nos ha costado en los cuatrocientos años que la hemos poseído, sin duda por nuestra desgracia, pero también por nuestra gloria, como monumento y espléndido recuerdo del hecho más brillante y transcendental de nuestra historia y aun de la historia de todo el linaje humano.
Pero un instante después se reduplicaba ésta con renovado dolor, porque en aquel breve momento había pecado nuevamente. ¿Había Ester pecado sola? Su imaginación estaba un tanto afectada, y á haber poseído menos fibra intelectual y moral, se habría afectado aun mucho más, en consecuencia de la soledad y de la angustia continua en que vivía.
Sólo el abad pareció pronto á lanzarse sobre el rebelde novicio, pero dos monjes que junto á él se hallaban lo asieron por los brazos y lograron ponerlo fuera de peligro. ¡Está poseído del demonio! gritaban los fugitivos. ¡Pedid socorro!
La Historia imparcial espera todavía datos y revelaciones para señalar con su dedo al instigador de los asesinos. No se sabe bien por qué es que quiere gobernar. Una sola cosa ha podido averiguarse, y es que está poseído de una furia que lo atormenta: ¡quiere gobernar!
Y de nuevo caía sobre él agarrando su cabeza, oprimiéndola con furia sobre su robusto y firme pecho, en cuyas desnudeces se perdía la anhelante boca de Rafael, poseído también de avidez rabiosa. Ya no canta el ruiseñor murmuraba el joven. ¡Ambicioso! decía riendo quedamente la artista. ¿Ya quieres oírle de nuevo?...
Y horas más tarde, al anochecer, la vuelta desesperada al hogar, marchando desalentado a la luz de las estrellas, haciendo eses en el camino como si estuviera ebrio, sintiendo que las lágrimas le escarabajeaban en los párpados, queriendo morir, como el que necesita pasar adelante y se rompe los puños contra un muro inmenso de bloques de hielo. ¿No se fijaba en él? ¿no veía los inmensos esfuerzos que hacía para agradarla?... Ignorante, humilde, reconociendo la inmensa diferencia que separaba a ambos por su distinta vida, ¡qué de esfuerzos para llegar a su altura; por colocarse al nivel de aquellos hombres que la habían poseído por unos días o por años enteros!
»La Historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el señor Dorrego ha debido o no morir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. »Quiera el pueblo de Buenos Aires persuadirse que la muerte del coronel Dorrego es el mayor sacrificio que puedo hacer en su obsequio.
Palabra del Dia
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