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Don Juan hizo ademán de arrodillarse la cosa no era para menos ; mas ella no lo consintió, y poniéndole una mano en cada hombro le miró embebecida, al mismo tiempo que decía: En el momento en que nos sujetase algo superior a nuestra voluntad, el amor no sería dulce impulso del alma, sino tributo doloroso. ¿Y el mundo, la sociedad y las gentes?

15 Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese colgado de un madero. 16 Entonces los soldados le llevaron dentro del patio, es a saber al Pretorio; y convocan toda la cuadrilla. 17 Y le vistieron de púrpura; y poniéndole una corona tejida de espinas,

Entre tanto que él hablaba así al Mapono, puso Dios los ojos de su piedad sobre aquel bárbaro, y penetrándole lo interior del alma, sosegó aquellas furias; con lo cual, cambiado el furor en agrado, le hospedó cortesmente en su casa, poniéndole la mesa abastecida de lo mejor del país.

Montáis en él y os vais sin que nadie se entere... Y ahora, Tristán añadió poniéndole una mano sobre el hombro , sólo me resta que decirte una cosa. Te entrego a mi hermana, mejor dicho, te entrego a una hija adorada, pues eso ha sido para mi siempre la que hoy es tu esposa. Mi cariño y mi vigilancia han protegido sin descansar jamás su inocencia.

Más de una vez se detuvo delante de él como si quisiera decirle algo, pero se arrepentía antes de abrir la boca y continuaba paseando. Al cabo hizo un gesto de resolución y, acercándose y poniéndole una mano sobre el hombro, profirió: Escucha, Mario. En estos momentos terribles es conveniente expresar todo lo que cruza por nuestro pensamiento, por disparatado que parezca.

Al grito del chico y al ruido que produjo su caída acudió la gente; le levantaron y le prestaron los primeros socorros, estancándole la sangre con telas de araña y poniéndole un pañuelo a guisa de venda. Mientras se llevaron a cabo estas operaciones, no dejó de murmurarse, aunque en voz baja, de la brutalidad del cura.

Es verdad que para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada, sacó su espada y le dio dos golpes, y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro, la tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera que él quedó satisfecho de su fortaleza; y, sin querer hacer nueva experiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.

Por aquel tiempo, el escultor D. Manuel Alvarez, que visitaba con frecuencia al duque de Campoverde, oyó contar a éste lo que había pasado entre D. Jacinto y la Caramba, e inspirado en aquel suceso, hizo la diminuta imagen de San Vicente, poniéndole por rostro el de D. Jacinto, que acertó a retratar fielmente de memoria.

Seguramente no es por curiosidad ni por el placer de remover esos malos recuerdos. ¿Acaso espera el señor un cambio en la situación? Marenval salió de su meditación, miró al criado con un interés que nunca le había manifestado y dijo, poniéndole una mano en el hombro: No se sabe lo que puede ocurrir, amigo Giraud.

Muchas tardes echábamos grandes párrafos en el Salón de Conferensias. Pocos días antes del golpe de Sagunto, le ancontré tumbado an un diván dormitando. ¡Hola, mi general! Está usté descansando, ¿verdat?, le dije poniéndole la mano en el hombro.