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Actualizado: 8 de junio de 2025
El viejo hechicero ha envenenado mi dicha; sin embargo, me ha inspirado la desconfianza contra las drogas, los ungüentos, los perfumes y los polvos: contra todo lo que vendo a mis infortunadas clientes. BEAUVALLON. Sin embargo, en tu profesión debe de haber algunos minutos divertidos.
En la mano derecha lleva también un saco y en la izquierda una cesta que tiene en vez de asa un trozo de soga retorcida: allí trae una jícara sin asa, un borlón de darse polvos de arroz, un ojo de vidrio caído de un animalucho disecado, una rueda de butaca y la tapa de una caja de dulces adornada con un ramito de azahar artificial. Aquella mujer es la Mona.
Doña Lupe, cuando entró su sobrina bastante sofocada por haber subido muy aprisa la escalera, admirose de verla tan alegre. «Sabe Dios dijo para sí ; sabe Dios por qué estarán los tiempos tan divertidos... Probablemente esta salidita, con pretexto de llevarle a Ballester los polvos, sería para verle...
Cuando se aproxima observa los polvos, y por su espesor cuenta la fuerza: «son dos mil hombres» dice , «quinientos», «doscientos», y el jefe obra bajo este dato, que casi siempre es infalible. Si los cóndores y cuervos revolotean en un círculo del cielo, él sabrá decir si hay gente escondida, o es un campamento recién abandonado, o un simple animal muerto.
Se pone carmín en las mejillas, se echa en la frente y en el cuello polvos de arroz, y se pinta de negro los párpados para que resplandezcan más sus negros ojos. Los esgrime de continuo, como si desde ellos estuviesen los amores lanzando enherboladas flechas.
¿Que me han informado mal? Sí por cierto: ¿sabéis lo que eran los polvos con que se avió la perdiz que se puso en la mesa de su majestad? Un veneno tal, que el paje Gonzalo que comió las pechugas de la perdiz, reventó á los cuatro minutos, y que hizo que el gato del tío Manolillo, que siempre está hambriento, no quisiera comer los pocos restos que quedaron de la perdiz.
Las atenciones de la de Oreve ganaban a sus ojos con estar adornadas de alhajas, de sedas y de encajes y hasta su título de Marquesa tenía como un perfume de polvos «a la maréchale» que le hacían retroceder un siglo, lo que gustaba a su imaginación curiosa del pasado.
Indudablemente su situación, la de Bonis, se había complicado desde la noche anterior. «Hueles a polvos de arroz», había dicho la engañada esposa, tres veces lo había dicho, y en vez de irritarse... de envenenarle o ahorcarle... ¡cosa más rara!...
No entra una sola droga en su confección, y lo mismo curan los sabañones, que la calentura, que la tisis, cuando no está en el cuarto grado, se entiende. Las calenturas perniciosas que había en Simancas se han desterrado, y la tisis no se conoce. Las chicas del pueblo los llaman «los polvos de D. Nemesio».
«Con el aceite del arbusto Tagnan-tagnan misturado con polvos de pimienta, se cura la cojera que proviene de tumores. «La hernia ó sea la potra también se cura con la fruta de papaya asando esta, y cuando esté bien caliente se aplica hasta que se enfrie.
Palabra del Dia
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