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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Aquella vez, como otras muchas, lord Gray esquivaba tratar el asunto. ¿Con que quiere usted que le dé una lección? me dijo después. Sí; pero tal, que con ella aprenda de una vez todo lo que encierra el noble arte de la esgrima; porque, milord, tengo que matar a uno. Es cosa fácil. Le matará usted. ¿Vamos a casa de milord? No; vamos al ventorrillo de Poenco.
Las mozas formaban elegantes parejas con Vejarruco y Lombrijón; los guitarristas se divertían por su cuenta en otro extremo de la taberna, roncaba como una bestia enferma el gran Poenco y la ocasión era propicia para mí. Tomé las dos llaves que el durmiente D. Diego llevaba en su bolsillo, y corrí como un insensato fuera de la taberna.
Gray prometió al calesero refrescarle en casa de Poenco, y al oír esto ¡parecía mentira!, el lamparín avivó el paso. Pronto llegaremos dijo el inglés . No sé por qué el hombre no ha inventado algo para correr tanto como el viento. En Cádiz le aguarda a usted una muchacha bonita. No una, muchas tal vez. Una sola. Las demás no valen nada, señor de Araceli... Su alma es grande como el mar.
Muchachos, ¡viva miloro y las cortes de la Isla! gritó el tío Lombrijón levantándose de su asiento y saludándonos, sombrero en mano, con aquel garbo majestuoso que es tan propio de gente andaluza . Y en celebración del santo del día, que es la santísima libertad de la imprenta, señó Poenco, suelte usted la espita y que corra un mar de manzanilla.
¿Quién es Pelaítas? El violín del Sr. Poenco. <i>¡Ay sé!</i> Si usted le dice a mi caballo: «vas a descansar en casa de Poenco, mientras tu amo come una aceituna y bebe un par de copas», correrá tanto, que tendremos que darle palos para que pare, no sea que con la fuerza del golpe abra un boquete en la muralla de Puerta Tierra.
Desgraciado niño... Vaya se acabaron los regaños, picarillo. Estás perdonado; desde hoy se acabó el mirar a esas desvergonzadas muchachuelas que van a casa de Poenco y comprenderás todo lo que vale un trato honesto y circunspecto con personas de peso y suposición.
Camará, usté ha escondido la lezna para que no haya compromiso. Tú te la habrás metío en el garguero. Yo no la traigo, por humaniá repuso Vejarruco porque como tengo esta mano tan pesá, se necesita mucha prudencia pa no matar caa momento. Vaya, déjenlo para después dijo Poenco y a beber. Lo que hace por mí, no tengo prisa... Si Vejarruco se quiere confesar antes que le endiñe...
Ya sabes que me caso pronto. Le di lo que me pedía. Señor Poenco, ¿dónde está Pepilla? Ha ido a confesar y está haciendo penitencia. ¡A confesar! ¿Tu hija se confiesa? No la dejes acercarse a ningún fraile. Ya sabes que los frailes son <i>unos animales viles y despreciables que viven en la ociosidad y holganza en una especie de café-fondas donde se entregan a todo género de placeres...</i>
¿Por qué lo dices, camaraíya y en qué te he faltado? dijo Lombrijón. Bien lo sabes, camaraíya repuso Vejarruco . En que asina que vi venir a miloro y la compañía, dije al señor Poenco: «Lo que beba miloro y la compañía, corre de mi cuenta; que aquí hay un caballero pa otro caballero». ¡Zorongo! exclamó Lombrijón . Pero di, Vejarruco, ¿eso es conmigo? ¡Cachirulo!, contigo es.
Señora le respondí juro a usted que fuera de Pepa Hígados, la Churriana, y María de las Nieves, la de Sevilla, no había moza alguna en casa de Poenco. También pongo a Dios por testigo de que no nos detuvimos más que una hora y esto porque no nos llamaran descorteses y malos caballeros.
Palabra del Dia
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