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Actualizado: 19 de noviembre de 2025


Lo mismo digo de cuanto anda en el libro de las Relaciones, ó sea debajo del nombre de El Curioso ó de cualquiera otro, ó de la pluma arrojada, cual la mía vive, por muy ruín, justamente .» «Las cartas familiares y de amigo á amigo declaran más el natural que el rostro propio á un fisiógnomo, y así las llamó no quién retrato del ánimo

Hasta ahora he referido a usted sencillamente el modo con que se gobiernan estos pueblos sin manifestarle las vejaciones, opresiones y violencias que sufren los naturales, todo ello consecuencia precisa de la comunidad a que viven sujetos; materia es ésta de tanta consideración que debiera tratarse por otra pluma más elocuente que la mía, pero escribo solamente para usted, que sabrá poner en mejor orden lo que yo desaliñadamente le noticiare.

Preguntéle si lo entendía; díjome que muy bien, y, que si quería que me lo declarase palabra por palabra, que le diese tinta y pluma, porque mejor lo hiciese.

¡Y así me libraría tal vez de aquella panza amarilla, y de aquella cometa abominable! Abandoné el palacio del Loreto, y con él mi existencia de Nabab. Regresé a mi habitación de la casa de la viuda de Marques, y volví a la oficina a implorar mis veinticinco duros mensuales y mi dulce pluma de amanuense. Mas un sufrimiento mayor vino a amargar mis días.

Híala, por lo mismo, se entregaba dulcemente a sus ensueños de felicidad, y al través de su velo sutil, o por sus miradas de reojo, veía llover flores y rosas por donde pasaba; miraba las calles alfombradas de ricas alcatifas, cubiertas las azoteas de elegantes doseles y sobrecielos para templar la viveza de la luz; muchos esclavillos agitando enormes ventalles y abanicos de pluma y papiro para mover y refrescar el aire, y gran número de pebeteros en los ajimeces y ventanas que poblaban el ambiente de los olores más exquisitos.

Puede afirmarse que entre toda aquella multitud allí congregada no había figura de aspecto tan vistoso y bizarro, á lo menos en lo que hace al traje, como la de aquel capitán. Llevaba el vestido profusamente cubierto de cintas, galón de oro en el sombrero que rodeaba una cadenilla, también de oro, y adornado además con una pluma.

; á ese carácter prodigioso faltan dos cualidades capitalísimas. ¿Cuáles son? Las siguientes; y cuidado que cuando yo censuro, tengo derecho á que se me crea, porque al tachar un vicio, siento dolor. La censura que cae de mi humilde pluma, es una flor mústia que mi alma deposita en la urna sagrada de la verdad.

Pero antes que de la pluma se me escapen ciertas reflexiones, más propias del periodista que del pintor, volvamos á nuestros personajes, aunque no sea más que para despedirnos de ellos.

»Perdóname, Señor. Mil blasfemias brotan de mi pluma. El pecador indigno, que debe dar estrecha cuenta de sus acciones, quiere mover pleito a tu bondad y apelar de tu justicia. Pero sabes cuánto padezco, y me compadeces y tal vez me perdonas. llenabas antes mi alma. La vi, me aluciné, y ella llenó mi alma en el lugar tuyo.

Tres mañanas llevaba Pepe de buscar tomos para juntar los de distintas obras, colocando éstas luego lo mejor posible, cuando al cuarto día, estando en el despacho despidiéndose de don Luis, oyó de pronto abrir cautelosamente una puerta a su espalda y una voz de mujer preguntó: ¿Puedo entrar? Era la señorita del retrato, la de la pluma color de rosa.

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