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Actualizado: 21 de julio de 2025
Zalacaín y Briones bajaron de sus caballos y tomaron por una senda, y durante un par de horas fueron rodeando el monte, marchando entre helechos. Por esta parte, en una calvera del monte, en donde hay como una plazuela formada por hayas dijo Martín deben tener centinelas los carlistas; sino por ahí podemos subir hasta los altos de Peñaplata sin dificultad.
Parece imposible hallar nada tan interesante como la campiña de Valencia. Habia pasado tres horas en esa muda contemplacion. Al descender de la torre me aguardaba, por una singular fortuna, un espectáculo social que en cierto modo completaba el físico. La plazuela de la catedral, que es muy pequeña, estaba casi llena de gente.
No sabemos cómo concluyó la pendencia, porque hemos de seguir á Clara; y ésta, en cuanto se vió libre de la zarpa de la dama de Juan Mortaja, se escapó ligeramente, y á buen paso, seguida siempre de Batilo, llegó á la plazuela del Ángel.
Y llevándose la mano al quepis, se marchó con ese paso cadencioso de los antiguos soldados y la espalda encorvada como si llevase todavía la mochila. Liette le vio atravesar la plazuela, pasar por los grupos y entrar en la iglesia.
En la casa le decían constantemente que no estaba; paseaba de largo á largo la calle sin verle aparecer; llegó la noche, y á eso de las diez vió salir á las mismas tres personas de la noche anterior. Eran ellos. Bozmediano, padre é hijo, y el otro militar salieron por una puerta que se abría á un callejón obscuro, y se encaminaron á la plazuela de Afligidos, dando un gran rodeo.
Refirió, pues, al Canónigo todo lo que hiciera desde que le dejó en la plazuela de la Catedral aquella tarde. Dijo la doble manera de llegar a la casa de los moriscos y las señas de Aixa, de Gulinar y de algunos conspiradores.
Creí dijo con espontánea fruición , que no había en Cádiz más Quijote que D. Pedro del Congosto... ¡Oh, España! ¡Delicioso país! La noche era oscura y serena. Al acercarnos a la puerta de la Caleta vimos de lejos la iluminación que había en la plazuela de las Barquillas, junto al teatro y en las barracas.
Cuando el grupo de gente de la Pola, en cuyo centro venían el gaitero y el tamborilero, desembocaron en la plazuela, se hallaba ya ésta poblada de hombres, de mujeres y niños, aunque todavía predominasen éstos. Linón de Mardana se dirigió con su tridente á la gran pirámide de árgoma, tomó de ella una razonable cantidad, la colocó en el centro y dió fuego.
No hay culpa que el Señor no perdone por su intercesión... Vamos, déjese de lloros, que ahora va a confesarse y todo queda perdonado. Después de serenarse un poco la niña, siguieron marchando. Y llegaron a cierta plazuela no muy espaciosa, donde se alzaba la fachada parda y severa de una gran iglesia que no llamaba la atención por su esbeltez ni por otra cualidad buena o mala.
Seguí andando hacia la acera de enfrente, cuando de nuevo me detuve, me quedé helado, absorto, estupefacto, porque detrás de mi había sonado claramente mi nombre. ¿Quién me llamaba? Volvime y nada vi. La plazuela estaba enteramente desierta y muda: sólo a lo lejos se oían apenas algunas voces del altercado, que de ningún modo podían confundirse con la que a mi espalda había dicho «Gabriel.»
Palabra del Dia
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