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Y aquí paz... Vino después un viejo que le daba mucho dinero y la llevó a París donde se engalanó y afinó extraordinariamente su gusto para vestirse. ¡Viejo más cuco!... Había sido general carcunda en la otra guerra, y trataba mucho con gente de sotana. Era muy vicioso y le daba muchas jaquecas con tantismas incumbencias como tenía. Un día se quemó ella y le plantó en la calle.

Don Simón le condujo hasta el vestíbulo; y echando una mano al pasador de la puerta de la escalera, le dijo muy serio: Como yo nunca miento, creo siempre a los hombres por su palabra. Creyendo las de usted, le abrí mi corazón y las puertas de mi casa. Hoy he sabido que no es usted digno del uno ni de la otra, y le planto de patitas en la calle. Y abrió la puerta de par en par.

Bien pronto olvidó los motivos literarios de su viaje, y quiso penetrar la doctrina secreta de los drusos. Un día, jinete en su caballo blanco, fué a visitar al Cheih Said Escherazy para pedirle la mano de su hija, «la attaké» Siti Salema. Esta virgen drusa aceptó a Gerardo de Nerval, le dió un tulipán y plantó un arbolillo, que debía crecer con sus amores.

Estoy estupefacto, respondió, por la ingeniosa y práctica sencillez de las combinaciones de usted. ¿Le parecen á usted, pues, satisfactorias? Absolutamente. Entonces, ¿las acepta usted? Con muchísimo gusto. ¡Ah! querido hijo mío; ven, quiero abrazarte. Y le estrechó en un abrazo vigoroso, y le plantó en cada mejilla un beso sonoro.

Era antes de la Revolución; mandaba González Bravo; los buenos tiempos; por poco que alzase el gallo un enemigo del orden y las sanas creencias, iba en cuerda camino de Fernando Póo. Y sin embargo, ¡floja zambra armó aquel hombre! se plantó en la iglesia, donde no había entrado nunca, empeñado en que bautizasen a la pequeña a su gusto.

Cuando veas á mis padres... cuando veas á mis padres díles que el día menos pensado me planto en Canzana, que un día ú otro me escaparé porque no puedo sufrir más... ¿Es de veras eso? exclamó Nolo en el colmo de la sorpresa. ¡Y tan de veras!... No lo he hecho ya porque no he tenido ocasión para ello. El mozo permaneció silencioso. Al cabo preguntó con timidez: ¿Te atreves á venirte conmigo?

Comenzó a ir todas las tardes después de comer; crió ganado vacuno y también algunos caballos, plantó árboles, abrió canales y levantó cercas. En la casa apenas tocó. En esta nueva afición ganó su cuerpo, que se hizo más duro y más ágil, y también su carácter.

No quiero referir lo que trataron Los tristes dos amantes, y su llanto, Las voces y suspiros que formaron, Porque era necesario entero canto. Al fin su triste noche la pasaron, Envueltos en dolor y crudo planto, Quien duda que la dama no diría, ¡En mal punto topé tal compañia!

Su mirada, dejando de vagar, se fijó en un punto al principio incierto, pero que bien pronto pareció distinguir mejor; en fin, poniéndose las manos encima de las cejas, para aislarse mejor de los rayos del sol, permaneció un instante contemplativa, después sus facciones adquirieron una viva expresión de temor, y en dos saltos se plantó en la cámara de Kernok.

Ten cuidado no enfadarme, porque el día menos pensado te planto en la calle, de donde te he recogido. Las criadas escucharon estas palabras y las tuvieron bien presentes. Josefina hasta entonces había sido tratada como hija de los señores: en adelante se la consideró como una hija postiza: más tarde, como advenediza.