Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 4 de junio de 2025
Gánanse los ducados con ducados, las plazas de Francia con sus propias pistolas, ¡y juro por San Andrés!, que antes que hacer cuartos a los herejes holgárame hacer cuartos de mis ochavos. Ingenioso lenguaje exclamó Ramiro.
Pero la admiración de los dos era para las armas desconocidas, que les parecían maravillosas obras de arte: para las escopetas sin llaves visibles, las carabinas de repetición y las pistolas con depósito, que podían hacer seguidamente muchos disparos. ¡Lo que inventan los hombres! ¡Lo que gozan los ricos!... Aquellas armas inmóviles les parecían seres vivientes, con un alma maligna y un poder sin límites.
Al ponérselo ¡cómo se reía el buen cura!... Salvador le regaló un cinto con dos pistolas que no necesitaba. Cuando se vio con tales arreos el capellán, a quien ya no conocería ni la Iglesia su madre ni la madre que le parió, soltó tan gran carcajada, que las gentes salían al camino para verle. El mismo Salvador, que había asistido a su lenta trasformación, casi no le reconocía bien. Sr.
No hubo en todo el país un policía más valiente. ¿Qué puede temer un hombre que lleva en el pecho un talismán de plumas de caburé?... Cuando había algo difícil y peligroso que hacer, sus jefes daban siempre la misma orden: ¡Que llamen á Morales! En vano los rebeldes á la autoridad sacaban sus pistolas en tabernas y bailes. Antes de que disparasen, el mestizo se las arrebataba de un manotazo.
Pero olvidó su optimismo homicida, para añadir con cierta angustia: Lo que yo deseo es que me expliquen bien el tiempo de que puedo disponer para apuntar. No quiero equivocarme, y que me tomen luego por un ordinario, incapaz de comprender estas cosas. Conservaron sus pistolas los dos enemigos, con el cañón en alto.
Sus ojos iracundos y anunciadores del chaparrón de malas palabras con que pensaba acoger al importuno se dulcificaron viendo á Robledo, y antes de que éste hablase, dijo ella con amabilidad: La patrona está en su dormitorio y el marqués ha salido con su maldita caja de pistolas. Yo creía que estaba donde usted... Entre, don Robledo; voy á avisar á la señora.
Al pasearse se detenía algunas veces junto á su mesa, donde estaba abierta una caja de pistolas. Había pasado una parte de la tarde limpiando estas armas ó contemplándolas pensativo, como si su vista evocase lejanos recuerdos. Cuando olvidaba las pistolas miraba una fotografía puesta sobre la misma mesa y que era la de su madre. Esta contemplación humedecía sus ojos.
A las ocho de la noche, después de haber cenado con D. Miguel y de haberle visto retirarse a la cama en la dulce compañía de sus pistolas de chispa, el P. Gil salió de la rectoral con dirección a la casa de su protectora D.ª Eloisa Montesinos. Pocas veces iba a la tertulia que ésta reunía por las noches. Ni tenía gusto en ello, ni el régimen severo de la casa del cura lo consentía.
Los atlots despreciados se retiraban, cuando no sentían gran interés por la muchacha, trasladando sus amores algunas leguas más allá; pero si estaban realmente enamorados, seguían acechando la casa, y el preferido tenía que pelearse con sus antiguos rivales, llegando milagrosamente al casamiento a través de cuchillos y pistolas. La pistola era como una segunda lengua del ibicenco.
No se encontraba mas que papel, y él no podía echar suertes con un billete de cinco francos. Había tenido que rogar á uno de los altos personajes del Casino que le proporcionase este redondel precioso. ¿Cara ó cruz? Y al favorecer la suerte á sus viejas pistolas, sintió un gran regocijo interior. ¡Empezaba á triunfar!
Palabra del Dia
Otros Mirando