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Actualizado: 2 de julio de 2025


El ségare Piorette, un hombrecillo flaco, escurrido, enérgico, con las cejas negras en medio de la frente y la pipa en la boca, estaba junto al umbral de su choza, y contemplaba, con la mirada a la vez viva y profunda, el conjunto de aquella escena. Mientras tanto, la impaciencia aumentaba de minuto en minuto.

El enemigo nos rodeaba por la derecha y por la izquierda, ocupaba las tres cuartas partes de la meseta y nos había hecho retroceder hasta los pinares, del lado del Blanru; su fuego diezmaba nuestras filas. Lo único que pude hacer fue reunir aquellos heridos que aun podían moverse, y ordenar a Piorette que los escoltase; a ellos se unieron unos cien hombres míos.

, pero para quitarles esas ideas nos basta con hacer una cosa muy sencilla: ocupar los desfiladeros de la Aduana y del Sarre, a nuestra izquierda, y el del Blanru, a la derecha; y como no se puede defender un puerto mas que conservando las alturas, Piorette irá a situarse con cien hombres del lado de Raon-les-Leaux; Jerónimo, al Grosmann, con otros cien, para cerrar el valle del Sarre, y Labarbe, al frente de los demás, se colocará en la ladera para vigilar las colinas de Haslach.

¡Esto ha concluido! dijo Hullin a Jerónimo . ¿Qué pueden hacer quinientos o seiscientos hombres contra cuatro mil en línea de batalla? Los falsburgueses volverán a sus casas diciendo: «¡Hemos cumplido con nuestro deber!», y Piorette será destrozado.

dijo Frantz ; hemos pasado lo peor y podemos dar descanso al caballo. La escolta se reunió alrededor del trineo; el doctor echó pie a tierra. Algunos hicieron lumbre con los eslabones para encender sus pipas; pero nadie decía una palabra; todo el mundo pensaba en el Donon. ¿Qué estaría pasando allí? ¿Lograría Juan Claudio sostenerse en la meseta hasta la llegada de Piorette?

En el umbral de la barraca se estrecharon las manos unos a otros y se dieron las buenas noches; y unos a la derecha y otros a la izquierda, formando pequeños grupos, regresaron a sus aldeas. ¡Buenas noches, Materne, Jerónimo, Divès, Piorette; buenas noches! gritaba Juan Claudio.

Si Piorette no acude en su socorro, es posible. Los guerrilleros se habían aproximado al fuego. Marcos Divès se inclinó hacia los rescoldos para encender la pipa, y al levantarse dijo: Yo, Jerónimo, no te pregunto mas que una cosa; de antemano que la gente se ha batido bien donde mandabas...

Hubo un instante de silencio; después, con voz fuerte, Hullin prosiguió: Colon: vas a tomar el mando de los que queden, a excepción de los que forman la escolta de Catalina Lefèvre, que se quedarán conmigo. Irás a reunirte con Piorette, en el valle del Blanru, pasando por Dos Ríos. ¿Y las municiones? preguntó Marcos Divès. Yo he traído mi furgón dijo Jerónimo ; Colon puede utilizarlo.

La trompeta del juicio final no hubiera producido mayor efecto entre los sitiados, que despertaron repentinamente. ¡Es Piorette! ¡Es Marcos! gritaban voces cascadas y secas, voces de esqueletos . ¡Vienen a socorrernos! Todos trataban de incorporarse; algunos sollozaban, pero de sus ojos habían huido las lágrimas. Una segunda detonación les puso en pie.

El batallón, reducido a la mitad, formó el cuadro detrás de la aldea de Charmes y subió lentamente por el valle del Sarre, deteniéndose de vez en cuando, como un jabalí herido que hace frente a la jauría, cuando los hombres de Piorette o los de Falsburgo le hostigaban mucho. Así terminó la gran batalla del Falkenstein, conocida en la sierra con el nombre de Batalla de las Peñas.

Palabra del Dia

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