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O por el contrario ¿se haría más suave y más profunda en su corazón? Subieron las seis gradas del pórtico y fueron recibidos en el vestíbulo por dos grandes sirvientes de aire digno e imponente. Este vestíbulo que antes era una inmensa pieza glacial y desnuda, con sus paredes de piedra, hallábase ahora cubierto de admirables tapices que representaban escenas mitológicas.

En cuanto al ros, justo es consignar que no vino a sus manos por causa de rapiña, sino que lo cogió en la calle, en el momento de caer de un balcón, arrojado por unos niños. Era pieza lastimosa; pero ¡cómo se trasformó en sus hábiles manos!

Era una gran pieza clara y alegre, con anchas ventanas, una de las cuales daba al mar y la otra al campo.

Y allí me preguntaba: ¿por qué el obelisco cautiva de tal modo nuestra atencion? Escritores notables son de parecer que el interés que el obelisco nos inspira procede de la circunstancia de ser una columna, compuesta de una sola pieza; más claro, de la circunstancia de ser una maravilla de mármol. Para estos escritores no hay otra razon que la magnitud, la forma, el arte, la arquitectura.

El manuscrito de esta pieza, que se halla en la biblioteca del duque de Osuna, ofrece todos los indicios de un autógrafo, aunque le falte la firma del poeta, estando unida á él la licencia para la representación de 19 de septiembre de 1669, impresa y en forma muy honorífica para el autor.

Una señora de cabello entrecano y gallarda estatura envuelta en pieles, tapada la boca, trémula de frío, subió la escalera, dando el brazo a un señor cacoquimio, y pasó de pieza en pieza, sin parar hasta aquella donde debía reposar del viaje.

Por la puerta, que dejó abierta, se veía, allá en el fondo, pasar los negros sirviendo te a los empleados: en la primera pieza, después del salón rojo, algunos de éstos, de pie, fumaban y charlaban, familiarmente, pero Esteven, aunque miró al descuido alguna vez, no percibió al viejo Vargas y sus ojillos de víbora, y eso que ahí estaba en su sillón de cuero, sin levantar cabeza el excelente hombre.

Era una vasta pieza con estudiadas luces de oriente y cenital, atestada de preciosidades artísticas y arqueológicas, que sobre tapices de Beauvais y los Gobelinos cubrían todas las paredes, atestaban todas las mesas y apenas dejaban un sitio en que poner la planta sin encontrar algo que admirar o algo en que tropezar.

Era verdaderamente el tal una máquina para comerlos, porque para cada pieza empleaba de un modo invariable los mismos movimientos de la boca, de las manos y hasta de los ojos.

Las celdas se componían de una pequeña antecámara, que daba paso a una sala también chica, con su correspondiente alcoba. El ajuar lo formaban en la pieza principal, algunas sillas de pino, una mesa y un estante, y en la alcoba, una cama que consistía en cuatro tablas sin colchón y dos sillas.