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Actualizado: 26 de noviembre de 2025
Pareció fijarse por primera vez en el lujo discreto y sólido de aquella vasta pieza. Se levantó para ver de cerca algunos cuadros modernos de pintores célebres que adornaban los muros. Para ella, las firmas de los artistas eran más interesantes que los lienzos. Valuaba su mérito con arreglo á la fama de caros que tenían sus autores. ¡Lo que vale todo esto! exclamó con admiración.
Forma esta pieza un vasto cuadro, de severa magnificencia, cuyo techo, pintado por Maella, representa una alegoría capaz de infundir pavor a todos los grandes personajes que por allí pasan, destinados a figurar en la historia: la Verdad, descubierta por el Tiempo.
La ha invitado para la primera pieza, estoy seguro. ¿No es cierto, señor? ¿Qué me decís? continuó, echándose hacia atrás para mirar a Godfrey . ¿No le habéis pedido a la señorita Nancy que os acompañe para abrir el baile? Godfrey estaba lo más molesto a causa de aquella insistencia significativa respecto de la señorita Nancy.
Mañana recibirás a Dios. ¿Cómo va esa conciencia? Buen limpión te vamos a dar. Eso te conviene más que nada. Yo te quería coger por mi cuenta y hacerte confesar, porque diciéndole tú misma al Señor lo buena pieza que eres, el Señor te daría su gracia... Con que prepararse. Esta tarde volverá el padre Nones. Me ha dicho que te confesaste bien.
¡Pobre muchacho!... ¿Y qué es de esa buena pieza? ¿Quién, mi tío?... Pues paseándose muy tranquilo y comiéndose la tercera parte de mi fortuna, que le he cedido por no llevar a un hermano de mi madre a los tribunales.
Era una especie de resurrección del ánimo, de la imaginación y del sentimiento la aparición de aquella arrogante figura de caballo y caballero en una pieza, inquietos, ruidosos, llenando la plaza de repente.
Entonces, cediendo a un violento impulso, Juan hace girar la llave; por la puerta, abierta de par en par, les llega de la ventana un rayo de luz ofuscadora. En el rostro de Gertrudis se pinta el desencanto. Tiene delante de ellos una pieza muy sencilla, amueblada como el despacho de un comerciante, con las paredes peladas y blancas.
Ellos me preguntaron por él, y díjeles que no sabía adónde estaba, y que tampoco había vuelto a casa desde que salió a trocar la pieza, y que pensaba que de mí y de ellos se había ido con el trueco. De que esto me oyeron, van por un alguacil y un escribano.
También sabía de medicina y había hecho curas que pasaron por milagrosas. Era tan grandón que su manteo parecía tener una pieza de tela, y cuando se embozaba no concluía nunca de echar paño al viento. Su sombrero de teja no medía menos de una vara, y como lo llevaba siempre un poco echado atrás y su cuerpo se encorvaba hacia adelante, parecía que iba cargando una pesada viga.
Y ahora ¡vive Dios! iba adquiriendo realidad la dichosa sinfonía de colores; ya no era una frase huera y sin sentido, porque todo parecía cantar, la vega y el Mediterráneo, los montes y el cielo. ¡Qué delicioso era el anonadamiento del poetilla, apoyado en la balaustrada, sintiendo en su rostro el fresco viento que tantas cabriolas hacía dar a las cometas de papel...! Allí estaba la sinfonía, una verdadera pieza clásica con su tema fundamental... y él percibía con los ojos el misterioso canto, como si la mirada y el oído hubiesen trocado sus maravillosas funciones.
Palabra del Dia
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