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Actualizado: 26 de junio de 2025
Muy pùblico en la costa se decia, Que al tiempo que murió aqueste prelado La pieza y aposento mucho olia, Y el sepulcro dó fuera sepultado. Aquel que en la mortaja le envolvia, Conjuramento lo ha testificado, Y así lo dicen hoy los lusitanos, Que muerto, bien le olian pies y manos.
Al verla salir de la casa, ocurriole a Rosalía la atrevidísima idea de acudir a ella... ¡Qué horror! Esta idea fue al punto rechazada por ignominiosa. No, antes de humillarse tanto y perder tan en absoluto su dignidad, la Bringas prefería que su marido le diera el gran escándalo y le dijese cuanto había que decir... ¡Buena pieza era la tal Refugio!
Vesín volvió el conmutador de la electricidad y una viva luz inundó la pieza, produciendo reflejos brillantes en los esmaltes y en las porcelanas y haciendo brillar los dorados de los cuadros.
La prodigiosa pieza de cinco francos continuaba sobre el paño verde al lado de una montaña de dinero que seguía creciendo y creciendo. Había que completar los cincuenta golpes, siempre doblando. Dió cinco más en su imaginación y se detuvo. Ya había ganado mil setenta y tres y pico de millones de duros: más de cinco mil millones de francos.
Cosas de mozos; se ha enamorado á bulto. Pues mirad: ha acertado en enamorarse, porque eso tiene ahorrado para cuando la vea el semblante. ¿Pero quién es ella? ¿habremos tropezado con otra pieza mayor? No por cierto; se trata de una doncella que, á pesar de su hermosura, nunca ha tenido novio. El nombre, tío Manolillo, el nombre. Doña Clara Soldevilla.
Otra cosa le preocupaba y le hacía removerse en su sillón. Sacó su reloj, la hermosa pieza cincelada del siglo anterior, e interrumpiendo a la cantante dijo a doña Manuela: Bien está todo; pero ¿a qué hora se come aquí? Cuando venga Rafaelito. A la una. Ya es; mira mi reloj. Te advierto que yo como siempre a las doce, y bastante sacrificio es esperar una hora.
Embarcáronse por fin á 5 de Diciembre de 1745, y el lúnes 6 á las diez horas de dia, habiendo disparado la pieza de leva, se hicieron á la vela en nombre de Dios, con viento fresco, y salieron á ponerse en franquía en el amarradero, que dista tres leguas de Buenos Aires.
Sus ojos, pasando despectivamente por las sillas viejas, las paredes de suelto empapelado y los cromos de marcos verdosos, tropezaron con algo obscuro, rectangular y profundo que ocupaba todo un ángulo de la pieza. No se sabía si era un diván, una cama ó un catafalco fúnebre. Las mantas pardas que lo cubrían evocaban en la memoria los lechos de cuartel ó de presidio.
En la segunda parte de la pieza danza ya esta niña en intrigas amorosas, y al concluirse, deja el teatro convertida en princesa. En otras varias producciones de Gil Vicente aparece también un bobo en el teatro.
Poco o ningún cambio había tenido la pieza, que más que gabinete parecía capilla, o mejor un abreviado trasunto de la corte celestial, pues todo en ella era santicos pintados y de bulto, reliquias, estampas de santuarios y monasterios, corazones bordados, palmitos, y un altar completo con sus candeleros de estaño, sus arañas colgadas del techo, sus misales y sus tres curitas de cartón con casullas de papel, en actitud de celebrar misa cantada.
Palabra del Dia
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