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Actualizado: 26 de septiembre de 2025
Poco á poco: el sombrero necesita una toca rica; una toca por lo menos de oro á martillo; el jubón necesita herretes; las cuchilladas piedras ó perlas, y luego espada. Todo eso lo tengo dijo don Juan, descubriendo el resto de su tesoro y abriendo los estuches. ¡Misericordia de Dios! ¿sabéis lo que tenéis aquí, señor? Pienso que es mucho. Esta pedrería vale lo menos dos millones de ducados.
Algunas personas han creido que provenia esto de la introduccion de árboles pertenecientes á los valles calurosos ; pero segun mis observaciones sobre la provincia del Valle-Grande , pienso que semejante cambio es mas bien debido al desmonte causado por los incendios, que los habitantes tienen la costumbre de promover cada año con el objeto de renovar la yerba de los llanos y de las colinas.
¿Cuándo piensas casarte? Cuando me quieran contestaba ella con gracia. ¿No tienes novio todavía? No. ¿Pues en qué estás pensando? Ella sonreía mientras llenaba las tazas de café. La Shele era muy bonita, muy modosita, muy fina. Era este tipo vascongado, esbelto, que tiene algo de pájaro. Muchas veces yo pienso añadió el médico viejo que nuestra raza no es fuerte.
-También la tengo yo -respondió Sancho-, pero si yo le hiciere ni le probare más en mi vida, aquí sea mi hora. Cuanto más, que no pienso ponerme en ocasión de haberle menester, porque pienso guardarme con todos mis cinco sentidos de ser ferido ni de ferir a nadie.
Cuando pienso en un astro colocado á millones de leguas de distancia, mi espíritu no va ciertamente al punto donde el astro se halla; pero por medio de la idea salva en un instante la inmensa distancia y se une con el astro mismo.
Ella sabe hasta qué punto sufro, y no le importa. Cuando considero lo que me ha hecho pasar, la imagino de una maldad que no se concibe mayor. ¡Y sin embargo, a veces, su cara distraída tiene una expresión tan buena! La duda de cómo es ella, realmente, me enloquece tanto como la duda de su amor. ¿Quieres que te explique lo que pienso? dijo Julio con cierta gravedad.
Pero mi madrina la condesa, en vista de tan ardiente devoción, quería hacerme monja; y el otro día, «las señoritas», recordando los deseos de su mamá, todavía me ofrecieron costearme el dote para que entrase en un convento. ¿Y usted acepta? preguntó el joven con visible ansiedad. ¡Yo...! No pienso en ello por ahora. Aquella santidad voló, creo que para siempre. Ahora soy mala, muy mala.
No señor, no pienso hacerme monja; prefiero ser pecadora y cuidar de mi pobre amiga. Juanito tenía en los labios una pregunta audaz. ¿Qué hacía? ¿La soltaba...? Tembló; pero vacilando, diola curso, al fin, con voz de agonizante. ¿Y no piensa usted casarse? Tónica contestó con una carcajada. ¡Casarme yo...! ¿Y quién ha de ser el valiente?
Pero si yo le dijese que me sabe mal creería usted que yo había tomado mis medidas para esa fatal eventualidad. ¿No es eso lo que usted piensa? Yo no estoy segura de lo que pienso, don Diego. Mi corazón late tan fuerte, que me sería difícil oír otra cosa. La única idea que se me presenta clara es la de que esa mujer es libre.
En Bargas les pregunto yo , ¿no hay más que ustedes que se dediquen a la venta en Madrid de las rosquillas? Y ellas me contestan que hay más; están la Daniela y la Plantá; pero estas dos negociantes no marchan a Madrid en ferrocarril: van por la carretera. Emplean en ir dos días y otros dos en volver. Llevan un borriquillo. Y, como es natural, han de hacer en Madrid gastos de alojamiento y pienso.
Palabra del Dia
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