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Lo más de entorno del fuerte, que era piedra, que á 200 ni 300 pasos no se podía hacer trinchea. Cuando llegaban á estas partes, la hacían de noche con tierra y fajina. Era cosa de admiración la solicitud y atrevimiento que tenían en arriscarse á trabajar donde tantos morían. Este turrión que comenzaron á levantar descubría todo el caballero de Gonzaga.

42 Les dijo Jesús: ¿Nunca leisteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los que edificaban, esta fue hecha por cabeza de esquina? Por el Señor es hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos. 43 Por tanto os digo, que el Reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que hagan el fruto de él.

Tuvo cinco heridos de consideracion y otros muchos levemente, y el mismo Orellana recibió un fuerte golpe de piedra, que despues de haberle roto la quijada inferior, pasó á herirle en el pecho.

Avanzamos lentamente arrastrándonos bajo las ramas; luego, tendidos sobre el vientre, apoyando la cabeza en nuestras manos, dirigimos nuestra mirada hacia el vacío. Las paredes del pozo circular, ennegrecidas á trozos por la humedad que destila la roca, descienden verticalmente; apenas si algún pequeño saliente se insinúa fuera del plano de los muros de piedra.

Juan aprieta los dientes, un estremecimiento sacude sus brazos como si a pesar de él, fuesen a abrazar a Gertrudis. Ella inclina lentamente su cabeza sobre el hombro del joven y su mirada clara y brillante se alza hacia él; pero de pronto lanza un grito agudo... su pie dolorido, que se arrastra penosamente por el suelo, acaba de tropezar con una piedra.

Luego escupía un gusano, una piedra, una culebra pequeña ó una araña. Era la enfermedad que acababa de sacarles del cuerpo.... Algunos se morían; pero era porque les faltaba paciencia para esperar la curación y llamaban al médico. El mejor de sus secretos insinuaba Jaramillo es el que cura la mordedura de las víboras. Me lo reveló poco antes de morir.

Hay que hacer economías dijo con gravedad . Volveremos á pie. Siguieron unos senderos tortuosos, subiendo y bajando por las quebradas de la costa. Las pequeñas mesetas habían sido convertidas en miradores de piedra, desde los que se abarcaba un espacio inmenso. En algunos amaneceres se podía distinguir el lejano perfil de las montañas de Córcega.

El domingo, primero que allí pasaba el sacerdote, salió muy temprano de casa, dijo misa, dio un paseo largo, comió más tarde que de costumbre, y poco antes de concluir, cuando al levantar el mantel le trajo el ama los fósforos y el bote de picadura, oyó que comenzaba a resonar al principio aislado y débil, luego nutrido y fuerte, el ruido que producían los canteros picando y labrando piedra en el solar vecino.

Nunca se le olvidaría a don Álvaro un combate de amor que duró tres noches, y fue más glorioso para la vencida que para el vencedor. La escena representaba una panera, casa de madera sostenida por cuatro pies de piedra, como las habitaciones palúdicas sustentadas por troncos, y las de algunos pueblos salvajes.

La niebla tomaba en torno vago irisamiento, cual si el amanecer encendiera su primer rubor en el naciente. No se escuchaba rumor alguno. Avila dormía. La esquila de algún convento dio un toque tímido, quedo, necesario. El canónigo aspiraba con delicia un olor de piedra húmeda y de hierbas invisibles que sus pies hollaban al caminar.