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Del otro lado limitaban el paseo largos bancos de piedra también; y no tenía el Espolón más adorno, ni atractivo, a no ser el sol, que, como lo hubiera toda la tarde, calentaba aquella muralla triste.

Como haz de músculos y nervios la piedra enroscándose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios de acróbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta de caliza se mantenía, cual imantada, una bola grande de bronce dorado, y encima otra más pequeña, y sobre esta una cruz de hierro que acababa en pararrayos.

Un piso bajo con grandes ventanas enrejadas, otro piso alto, y nada más; pero la casa ocupaba un perímetro inmenso y detrás tenía un vasto jardín bastante descuidado. El portal era chato y poco decoroso: la escalera de piedra toscamente labrada y gastada por el uso. El difunto marqués estaba pensando en una reforma cuando lo arrebató la muerte.

La llamada de la Presentación, toda de piedra blanquísima, es una alegre muestra del arte plateresco, cincelada cual una joya, con adornos caprichosos y alegres de juguete.

Llegó el 15 de Julio de 1533, y Pedro Viole, preboste de los mercaderes, seguido de los síndicos y regidores de la ciudad, puso solemnemente la primera piedra del futuro palacio, entre el clamoreo de las campanas de San Juan y de Santiago de la Giferia. El edificio se terminó en 1836; bajo Luis Felipe, que deberia llamarse en la historia el rey completador.

El paseo se construyó con regular elevación, subiendo á él por convenientes escalinatas, plantándose en él árboles y colocándose asientos de piedra, tal y conforme aparece en láminas de la época, como la que figura en el libro de Alvarez Miranda, Glorias de Sevilla.

He aquí un lindo rincón, chica dijo él al mismo tiempo que se extendía cómodamente sobre la piedra, tanto que sus pies caían casi al nivel del agua. Ven, ponte a mi lado; hay sitio para los dos. Lo obedecí, pero me senté de manera que mi mirada pudiera dominarlo.

Otra estátua de mujer también en su nicho del mismo alto con la cabeza manos y pies de piedra de parangon y el cuerpo de ágata ordinario. Un sátiro de marmol antiguo también en su nicho de cerca de tres cuartas de alto que tiene en la mano un botijoncito.

En el fondo, un blanco edificio de piedra, con ventanas de sótano al ras del suelo. Al pronto creí que era una quinta; pero, después de mirar con más detenimiento, la cruz que la remataba y una inscripción grabada en la piedra, y cuyo texto no distinguía, me hicieron reconocer una tumba de familia corsa.

La casa del indio peruano era de mampostería, y de dos pisos, con las ventanas muy en alto, y las puertas más anchas por debajo que por la cornisa, que solía ser de piedra tallada, de trabajo fino. El mexicano no hacía su casa tan fuerte, sino más ornada, como en país donde hay muchos árboles y pájaros.