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Actualizado: 8 de junio de 2025


Pero a esto me replicará usted que me meto en lo que no me importa, y a buena cuenta le pido mil perdones por el atrevimiento.

«El mendigo de la pierna se irá al Cielo derechito, con su muleta, y muchos de los ricos que andan por ahí en carretela, irán tan muellemente en ella a pasearse por los infiernos. Yo le pido a Dios que me la más asquerosa de las enfermedades, y... no me quiere hacer caso; siempre tan sana. Paciencia;

La Pitusa no expresaba nada, por lo cual su fervorosa amiga volvía al ataque con más brío y pasión. «Fortunata, hija mía, por el cariño que me tiene, y que yo no me merezco, por el que yo le he tomado y que le conservaré toda mi vida, le pido que se arranque esa idea, y la arroje aquí, como si fuera un adorno de los que se ponen las pecadoras, un lunar postizo, un colorete.

Al cabo insistió con voz temblorosa: Vamos, Solita, no me des ese disgusto... Pídeme en cambio lo que quieras. Lo único que te pido es que me dejes ya en paz repuso ella alejándose para limpiar una de las mesas. Velázquez no se atrevió á seguirla. La miró acobardado algunos instantes y al fin profirió con amargura: ¿No merezco siquiera ese pequeño sacrificio?

Pido ahora perdón por estas últimas páginas; pero, como el fin de la jornada se acerca y pronto vamos a separarnos, cuento con que serán leídas con aquella paciencia, llena de vagas esperanzas, con que se oye el último párrafo de un fastidioso que tiene el sombrero en una mano y la otra en el picaporte.

Pero te pido, encarecidamente, que cuando volvamos a París, no pregones a son de trompeta que soy novia de Huberto, pues no lo soy aún. No seas tonta; si algunas veces digo lo que me pasa por la cabeza, es porque no tiene ninguna importancia. Es precisamente lo que te reprocho, querida mía. Si no atribuyes ninguna importancia a lo que dices, no le sucede lo mismo a los interesados.

Acudió éste pálido y temblando y dirigiéndose á la puerta de la casa dijo en voz baja á los recién llegados: No lo encolericéis, mis buenos señores, por el amor de Dios lo pido. ¿Qué decís? ¿De quién se trata? preguntó el barón.

6 Entonces respondiendo el rey, dijo al varón de Dios: Te pido que ruegues a la faz del SE

No pido otra cosa, Héctor respondió más dulcemente la condesa, pero tu asiduidad a las lecciones de miss Dodson hacen murmurar. Raúl está siempre presente; no falta a una lección. ¿También lo has notado? dijo vivamente la madre. Sin duda, pero eso no prueba que se ocupe más que yo de esa pobre miss... ¡Oh! no es la miss la que me alarma por él. ¿Qué quieres decir?

Sea, se lo prometo... me comprometo a hacerlo... viviré sola... viviré como pueda... a más, mi hijo crece... me ocuparé de él... él será mi amigo... , así será... se lo juro, y cumpliré mi palabra... Pero, por favor, por favor, amigo mío, no lleve a efecto ese duelo... No hay razón, no hay motivo para ello; es una monstruosidad, se lo aseguro. ¡Mire, se lo pido de rodillas!

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