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Actualizado: 8 de junio de 2025
-Pues el que pido es -dijo la doncella- que la vuestra magnánima persona se venga luego conmigo donde yo le llevare, y me prometa que no se ha de entremeter en otra aventura ni demanda alguna hasta darme venganza de un traidor que, contra todo derecho divino y humano, me tiene usurpado mi reino.
Cuando era niña creía que no era posible la vida fuera de la corte, del Palacio Real o de los jardines de Saint-Cloud que habitábamos con mi familia; pero, actualmente, pido a Dios que me agraden siempre los lugares que su voluntad designe.
Para cumplir mi voto pido al señor cura que no se celebre esta santa y que deje la fiesta de las señoritas para San Pablo. »Su humilde servidora »Miembro de la orden tercera de San Francisco, cofrade de la Propagación de la fe, de la Santa Infancia, de San José, del Sagrado Corazón, de las ánimas del Purgatorio, de San Antonio, etc., etc...»
Pues mira, ni siquiera le pido a Beronic las albricias del descubrimiento, porque esas cosas las he leído infinitas veces en libros de escarmentados.
Señor, yo que de bienes en la cuna pude largos tesoros merecerte, tal vez para que así fuera más fuerte el golpe de perder tanta fortuna; no te pido, con súplica importuna, ni paz del alma, ni tranquila muerte, ni que el rigor endulces de mi suerte, ni de este pobre mundo dicha alguna.
La inscripcion del sepulcro dice: Ses manes sont ici; son génie est partout. Yo, al estilo francés, pido mil perdones al poeta que escribió este epitafio. No creo que el genio de Voltaire esté en todas partes, porque aquí no está. Mirado en este mezquino chirivitil aquel enorme personaje histórico, parece pequeño, muy pequeño; muy escaso, muy pobre.
Ahora que me he soltado paréceme la cosa más fácil del mundo. De esta falta le pido a usted perdón, porque reconozco que me porté mal.
Ni para enfadarme ni para desenfadarme le pido a usted permiso... Por lo demás, me acomoda mejor hacerle a usted esa advertencia de palabra. No quiero que usted ponga los pies en mi casa. ¿Se ha enterado usted? El marquesito alzó los hombros con desdén. Lo mismo usted que su casa me tienen sin cuidado.
Yo le pido al Señor que no te falte para el aguardentazo. Tú lo necesitas para vivir; yo me moriría si lo catara... ¡Y ojalá que tus dos hijos lleguen a duques!
Hoy han cambiado mis ideas. Con mis pretensiones al estudio de mis semejantes, mis alas se desarrollan y se ensanchan y pido conocer el mundo, la vida, las solteronas... y qué sé yo cuántas cosas... En una palabra, la abuela está un poco asustada al ver tal actividad intelectual. Espero, Magdalena, que no te vas a volver una cerebral gime aterrada.
Palabra del Dia
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