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Actualizado: 8 de junio de 2025
«Por esto apelo a su conciencia, y le pido que me declare, la mano puesta en el corazón, si esta temporada, en estos días, tiene algún trato con el esposo de mi amiga... Porque esta es la idea que se le ha metido ahora en la cabeza. Con que a ver, dígame usted si...».
Un día llevó D. Diego á su hijo D. Fadrique á la pequeña ciudad, que dista dos leguas de Villabermeja, cuyo nombre no he querido nunca decir, y donde he puesto la escena de mi Pepita Jiménez. Para la mejor inteligencia de todo, y á fin de evitar perífrasis, pido al lector que siempre que en adelante hable yo de la ciudad entienda que hablo de la pequeña ciudad ya mencionada.
Los negocios andan mal; en verano no se encuentra trabajo; pero ya llegará la buena época, cuando la gente regrese a Madrid, y entonces pagaré todos los atrasos de una vez. Vaya usted tranquilo, señor de Maltrana. Nada le pido; que Dios no nos abandone, y todos viviremos. Isidro encontraba cada vez más dura y difícil su existencia.
A la bayoneta! «El coronel nos gritaba, «Y sin miedo nos llevaba «A la boca del cañon. «Al brazo el arma llevaba, «Metralla y bala llovia, «Y entonces yo no pedia «Una limosna por Dios! «Cuantas veces en los Andes «Al venir la madrugada, «En medio de una nevada «Mi bigote emblanqueció. «Hoy la nieve de los años «Mi cabello ha encanecido, «Y estiendo la mano y pido «Una limosna por Dios!
Para eso aténgase usted a su catecismo, Elena... He lamentado muchas veces que esté usted aquí expuesta a oír discursos que hieren sus creencias... Si alguna palabra mía lo ha hecho alguna vez, pido a usted de todo corazón que me perdone. Me acusaría siempre de haber cambiado en algo las ideas que le han hecho a usted ser lo que es. Recordé que su padre dijo un día lo mismo delante de mí.
No os pido juramento ni promesa.... Decidme solamente que no me prohibís amaros, que algún día tendréis quizás una palabra afectuosa para mí....
Yo no pido más que convenir en mis culpas: sus celos de usted me hirieron y tuve a orgullo el hacerle frente... Usted, para castigarme, no ha dejado un momento a Elena Lacante, y ha logrado también lo que se proponía, que, a mi vez, me he vuelto celosa. Esta es nuestra historia. ¡Usted celosa, Luciana!... Se estima usted muy superior a las demás para que eso sea posible.
Tampoco... La fisonomía de aquel señor, mi conocido, se contrae; sus ojos adquieren una expresión severa que me infunde tristeza y pavor. ¿Y entonces qué se hace usted? No sé qué responder, vacilo y tiemblo. La condesa soltó una carcajada, dejando ver el oro de algunos de sus dientes empastados. Me arrepiento y pido perdón humildemente.
Aunque no lo he experimentado, lo adivino muy bien... lo adivino por lo que padezco... Mira, Gonzalo añadió con voz temblorosa, por Dios te pido que no midas nunca mi cariño por mis palabras... Yo no sé... yo no puedo decir nunca lo que pasa dentro de mí... Siento como un nudo en la garganta que no deja salir más que tonterías, cosas insignificantes, cuando yo quisiera que saliesen palabras cariñosas... ¡Oh, es un tormento!... Soy lo mismo que un perro sin rabo.
Por tanto A V. E. Pido y suplico mande concedernos y nos conceda licencia para que podamos correr ocho toros y nos dé facultad para poder arrendar las bocas de las calles para limpieza y gastos de la dicha plaza del Duque. Otro sí se nos de licencia que la carne de los dichos toros se pueda pesar en la carnecería ocho maravedís menos conforme á la sedula de los Sres.
Palabra del Dia
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