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Actualizado: 23 de noviembre de 2025


»Cuando llegaba al límite de éste, casi yo no oía el piano, y únicamente llegaban a mis oídos las notas más agudas bastante amortiguadas por la distancia. Después, al regresar, entraba de nuevo en el círculo armonioso, del cual volvían a alejarme mis paseos en dirección opuesta. »A todo esto iba cerrando la noche. »Súbitamente cesó de oírse el piano.

La noble viuda comprendió debía confiar la educación de su hija á uno de esos centros en que la vida se auna con el saber, formando de la niña que juega con la muñeca, la mujer que piensa en las hojas del libro, ó siente ante el teclado del piano. De la muñeca al piano, hay la misma distancia que de la crisálida á la mariposa.

En cambio, cantaba con un sentimiento capaz de derretir a las piedras, del cual podía juzgarse por los movimientos infinitos de sus cejas y por la expresión de desconsuelo que tomaba su fisonomía así que se hallaba frente al piano. Nadie vio un rostro tan arqueado, estirado y compungido.

A los cuatro años cuando aún no sabía escribir, ya componía tonadas; a los seis arregló un concierto para piano, y a los doce ya no tenía igual como pianista, y compuso la Finta Semplice, que fue su primera ópera.

Esta manía de enjalbegar llegó a tal extremo, que una señora de mi lugar, algunos años ha, enjalbegaba su piano; el primero que apareció por allí. Ahora hay ya muchos y buenos, hasta de palo santo, y se cuentan por docenas las señoras y señoritas que tocan y cantan.

Los había también modernos o modernizados, donde sonaban en el piano los valses de moda o los trozos más notables de las zarzuelas estrenadas en Madrid recientemente, cuando no se cantaba el Vorrei morir, o La stella confidente, u otra de las piezas que los italianos componen para recreo de las familias sensibles de la clase media.

Y luego insistiendo ella en llevar adelante el chistoso papel que estaba desempeñando, llegose a Inés, que también se moría de risa, y le dijo: ¡Ola, madama! ¿Cómo la porta bu...? ¿Ha visto bu a la condesa? ¡Qué magnífico ha estado el concierto y la ópera de Mitrídates! ¡Oh!, madama... andiamo a tocare il forte piano... Aquí viene il maestro siñor D. Paquitini... tan, taralá, tan tin, tan.

Dicen que canta, que toca el piano, que lee y sabe muchas cosas de las que enseñan en ese colegio tan rico; que tiene la gracia de Dios para traer chalao a Su Eminencia. A la catedral pasa algunas veces por el arco, hecha una beatita, con hábito y mantilla, acompañada de una criadota fea. No será lo que creéis, muchacho. ¡Anda!

Ella continuó cantando; pero de repente, como si mi ser se hubiera hecho sentir del suyo, a pesar de que no me veía, de que no la tocaba, de que no producía el menor ruido, de que contenía mi respiración, volvió la cabeza y me miró de una manera profunda, tranquila, con una de esas largas miradas que sólo duran un momento, y luego espiró el sonido del piano, y ella se puso pálida, contuvo un grito, se levantó y quedó inmóvil delante de .

Hacía versos, pintaba acuarelas, improvisaba romanzas en el piano, daba consejos sobre muebles y trajes, conocía las antigüedades. Don Marcos no encontraba límites á su inteligencia. Lo sabe todo decía . ¡Si pudiera fijarse en una sola cosa!... ¡Si quisiera trabajar!

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