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Actualizado: 25 de julio de 2025


A su tiempo volverá todo. Menos el visitar a doña Petronila. No me pregunte usted por qué, pero estoy resuelta a no volver a casa de esa señora. Y... nada más. No puedo ser más larga. Acabo de cenar. Su más fiel amiga y penitente agradecida. Ana Ozores». «P. D. ¿Qué se conoce que tengo buen humor? También es verdad. Me lo da la salud.

Sólo por él, por salvarle... si mañana no tenemos la suma justa, la falsificación queda descubierta... ¡qué horror! a lo que se exponen estas criaturas sin discernimiento; porque Quilito lo ha hecho de inocente, de atolondrado... ¡Volver a casa de misia Petronila! ¿a qué? para sufrir un segundo desaire: no, lo mejor, es esto; Gregoria no puede negármelo: si no es para , ni para Pablo, es para el hijo de Pilar, una Esteven, ya que desprecia tanto a los Vargas, olvidando el apellido que lleva.

Mejor era soñar, seguir soñando». Así pensaba melancólico Bermúdez, que tenía el vino triste, mientras contestaba distraído, pero muy fríamente, a doña Petronila Rianzares que se ocupaba en hacer en voz baja un panegírico del Magistral, su ídolo.

Pues bien, el amor de Dios, a su manera, podía tener sus niñerías, sus nimiedades, ridículas para las almas frías, indiferentes». Hasta llegó a comprender los superlativos de letanía de doña Petronila o sea el gran Constantino.

En toda la casa reinaba el silencio de una caja almohadillada; el ambiente era tibio y estaba ligeramente perfumado por algo que olía a cera y a estoraque y acaso a espliego.... Ana sentía una somnolencia dulce pero algo alarmante; se estaba allí bien, pero se temía vagamente la asfixia. Doña Petronila tardaba.

Ea, pues, me atrevo, se lo digo...». Y se lo dijo. Se lo dijo cuando acababan de comer. Pero él lo achacó a la propia energía. «Comprende que yo no he de ceder y no se obstina». Cuando Ana consultó con el Magistral en casa de doña Petronila, ya tenía dado su consentimiento. Pero pensaba retirarlo si el canónigo decía non possumus.

La gorda estaba en medio, y era imposible acomodarse con holgura á causa de doña Petronila y de la adelfa. Pero al fin, después de mil cumplimientos, la devota se encontró en medio, teniendo á la derecha á Lázaro y á la hermana del clérigo á la izquierda. La procesión empezó á desfilar. El clérigo hablaba por los seis, y hablaba tan fuerte, que los transeúntes se quedaban mirando á los balcones.

En efecto, encuentra en seguida el apoyo de casi todos los grandes, y á poco se ve al frente de un ejército poderoso, con cuya ayuda ataca á la Reina, que lo declara un impostor. Doña Petronila sólo cuenta con pocos partidarios, siendo uno de ellos Don Sancho Aulaga, el hijo de Don Nuño, que, como es natural, no conoce á su padre el caudillo del bando contrario.

Mas resuelta a huir de los extremos, a ser como todo el mundo, insistió en seguir a las demás beatas en todos sus pasos, y aunque sin gusto, entró en todas las cofradías, fue hija y hermana, según se quiso, de cuantas juntas piadosas lo solicitaron. Dividía el tiempo entre el mundo y la iglesia: ni más ni menos que doña Petronila, Olvido Páez, Obdulia y en cierto modo la Marquesa.

Señor, yo quiero hechos... y el público no se fía de santidades... se fía de hechos.... Y Glocester citaba muchos hechos: la frecuencia de las confesiones de Anita Ozores, lo mucho que duraban las visitas del Provisor al Caserón, las visitas de la Regenta a doña Petronila.... ¡Cómo! ¿Y qué? ¿qué tenemos con esas visitas? ¿También va usted a creer que doña Petronila se presta?...

Palabra del Dia

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