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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Las niñitas deben querer mucho, mucho a los papás cuando se les muere la madre. Esa noche que hablaron de las estrellas trajo el papá de Nené un libro muy grande: ¡oh, cómo pesaba el libro!: Nené lo quiso cargar, y se cayó con el libro encima: no se le veía más que la cabecita rubia de un lado, y los zapaticos negros de otro.

No pesaba más que un ramo de flores, pero el capellán juró y perjuró que parecía hecha de plomo. Aguardaba el ama en pie, y él se había sentado con la chiquilla en brazos. Déjemela un poquito... suplicó . Ahora, mientras duerme.... No despertará de seguro en mucho tiempo. Ya la llamaré cuando haga falta. Ama, váyase.

Ahora, que la cabeza de Apolonio se enderezaba con cierto alarde confiado y olímpico, y, en cambio, la del señor Novillo pesaba sobre el pestorejo y el cuello, abombándolos en redor, y de los ojos se rezumaba una tristeza irracional.

Todavía tenía yo que hacer en la casa, y, mientras sacaba el café de la despensa y pesaba la harina y el tocino para la sopa de la mañana, oía siempre la misma voz que me gritaba en el oído: Es necesario que le hables.

Viéndole pálido y trémulo Clara no quiso darle la noticia de la visita, aquella visita que tanto le pesaba ya sobre el alma. Ella también se hallaba bien turbada por la escena que acababa de adivinar, más que de percibir. Su espíritu, siempre recto, se rebelaba contra el proceder brutal de su marido.

Señó abate gritó una voz, mientras una mano pesaba con formidable empuje sobre los hombros del preceptor ; siéntese y calle. Caballero dijo otro ¿se podría saber quién es usted? Soy D. Francisco Xavier de Jindama repuso con timidez y urbanidad el viejo. Lo digo porque en cuanto le vi a usted y le , diome olor a lechucería.

Cuando salió a la calle, el aire fresco le serenó algo; pero el bochorno sufrido oyendo a Millán le pesaba en la memoria como el rubor de una falta propia: unos instantes le agradecía el aviso; otros, casi le guardaba rencor. La razón le dijo, al fin, que era más sensato lo primero.

Cada vez pesaba más la teóloga en el brazo del estudiante: al llegar á la casa, la enferma no podía ya dar un paso, y Lázaro le rodeó con su brazo la cintura para impedir que cayera. Erale imposible subir, porque la dama se inclinaba á uno y otro lado sin poderse tener.

Lo que ahora le pesaba era no haber seguido al Vivero; ¡de todos modos habían de murmurar los miserables! y en cuanto a las personas decentes, las que a él le importaban, esas no habían de creer nada malo porque él, como hacía Ripamilán, como habían hecho otros sacerdotes, fuese a las posesiones de Vegallana».

Porque no estaba acostumbrado a disimular sus sentimientos y la traición le pesaba en el alma. A veces Cecilia levantaba la cabeza para contestarle. Su mirada clara, serena, inocente, le encendía las mejillas. Para librarle de aquel malestar, creyó lo mejor expresarle, en términos más vivos que otras veces, su amor y rendimiento.

Palabra del Dia

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