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Actualizado: 25 de julio de 2025


Se perdían en la tortuosidad de los senderos transversales. Algunos, sentados en un montón de maderos, sonreían leyendo un pequeño periódico redactado en las trincheras. Se notaban en el camino los mismos indicios que denuncian sobre la superficie de la tierra la proximidad de una población.

No parecía interesarle gran cosa la lectura: había instantes en que los ojos se le quedaban inmóviles, fijos, cual si entre ellos y el periódico se interpusiese algo indefinido y soñado que abstrajese su alma de cuanto la rodeaba, dibujándose en su rostro una sonrisa de hastío y de tristeza; pero otras veces al menor ruido que procediese de donde estaba Clotilde, aquellos mismos ojos se animaban de pronto, como si en ellos fulgurase la llamarada de un impulso indomable.

Oigan ustedes indicó la de Leiva, que había tomado el periódico de manos del Marqués ; ésta que es noticia extraordinaria. Y no digan ustedes que la sabían, porque hasta ahora no se ha hablado en España ni en el mundo de semejante cosa. Atención: «Cádiz, 14.

«Esa interpretación de lo sucedido en el regio alcázar no creemos que se haya insertado jamás en ningún periódico, y por añadidura ministerial, desde que la prensa existe.

«Ayer decía el periódico ha sido objeto de grandes comentarios en todos los círculos la visita de la policía al palacio de los señores marqueses de Villamelón, previo auto del juez y orden del gobernador, según prescriben las leyes vigentes.

Y, en efecto, al cabo de algunos meses, habiendo escrito Miguel un artículo de polémica personal, Mendoza se autorizó el enmendarlo añadiéndole algunas palabras que produjeron un serio conflicto al periódico.

Fijó la vista en el epígrafe Percance grave, que estaba en letras de mucho relieve; tentole la curiosidad, y leyó lo que seguía. Se quedó hecho una estatua al concluir. Repasó su memoria... «Justo y cabal», se dijo. Y voló en busca de Nieves, con el periódico en la mano y las gafas en la punta de la nariz. Sin sentarse y temblándole el papel entre los dedos, leyó a su hija lo del Percance grave.

Aquí empieza el calavera temerón, que es el gran calavera. Pero nuestro artículo ha crecido debajo de la pluma más de lo que hubiéramos querido, y de aquello que para un periódico convendría: ¡tan fecunda es la materia! Por tanto, nuestros lectores nos concederán algún ligero descanso, y remitirán al número siguiente su curiosidad si alguna tienen.

Cuando Quilito entró, Jacinto en el sofá leía un periódico, y encaramado sobre un banco, escribía un joven muy rubio, casi albino, el socio, o la compañía de que hablaba el letrero.

Prolijo sería hacer resaltar aquí las principales bellezas de La Celestina. Mi artículo se extendería mucho más allá de las dimensiones que en este periódico se le conceden. Aun terminando aquí, tal vez se me acuse de haberme extendido demasiado.

Palabra del Dia

malignas

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