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Actualizado: 24 de junio de 2025


Desencadenábase sobre al llegar á los viñedos de Saint-Georges, y á la landa del promontorio que trepaba primero, y aumentaba su fuerza en la gran playa circular de Royan que yo seguía. A pesar de estar en el mes de octubre, la landa conservaba sus perfumes agrestes, que á cada instante me parecían más penetrantes.

Le veía montado en su elefante de parada, de largas gualdrapas de oro que barrían el suelo, escoltado por belicosos jinetes y esclavos portadores de braserillos con perfumes; el grueso turbante coronado de blancas plumas con piedras preciosas; el pecho cubierto de placas de brillantes; la cintura ceñida por una faja de esmeraldas, de la que pendía una cimitarra de oro; y en torno de él bayaderas de pintados ojos y duros senos, tigres domesticados, bosques de lanzas; y en último término pagodas de múltiples techos superpuestos, con campanillas que exhalaban misteriosas sinfonías al más leve soplo de la brisa, palacios de fresco misterio, espesuras verdes, en cuya penumbra saltaban y rampaban animales feroces y multicolores... ¡Ay, el ambiente!

Abajo, en torno a la villa y prolongándose por todo el valle hasta el mar invisible, estaban los huertos de naranjos. La primavera estallaba sobre este suelo feliz con una explosión de colores y perfumes.

D. José Salamanca tiene el sentimiento de la naturaleza; lo tiene realmente, y esto no puede menos de suceder, cuando tiene, en alto grado, el sentimiento de la forma. D. José Salamanca es artista sin saberlo. Por eso ama la luz, los campos, los árboles, las flores, los perfumes, los rios: por eso sus quintas son las más poéticas que hay en España.

Análoga á la precedente, «Si la primera, dice V. Schmidt, nos da á conocer la índole divina de la mujer, que, mortificada por una desconfianza injusta, deja ver todo el mérito de su carácter, por cuya razón Leonor aparece desde un principio enamorada, debiendo á este mismo amor su desdicha, en ésta se nos ofrece una flor, aún no abierta, que se desenvuelve á nuestra vista, y resplandece á los rayos del sol del amor, ostentando sus perfumes y sus colores magníficos.

No había posibilidad de hacerla pensar más que en sus vestidos, en sus perfumes, en sus cintajos. ¡Qué vida la que le había hecho llevar en Madrid los tres meses que allí habían estado! No salían de los comercios de sedas, de las joyerías, de casa de la modista. Por las noches, infaliblemente al teatro.

8 Y así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban perfumes, y sacrificaban a sus dioses. 9 Y se enojó el SE

Por los balcones abiertos penetraba el hálito caliginoso de las neones de verano, cargado de enervantes perfumes. La plazuela animábase. El calor arrojaba de sus estrechos cuchitriles a la gente de los pisos bajos, y las puertas estaban obstruidas por corrillos de blancas sombras sentadas en sillas bajas y respirando ruidosamente.

En este momento entró Celestina con una bandeja cargada de pasteles de perfumes variados, e interrumpió a la Roubinet. Suplico a usted que espere un poco dije a la oradora. Déjeme servir el , pues sentiría mucho no oír a usted. Vaya usted, vaya, Magdalena respondió la Roubinet muy halagada por mi petición.

Por la ventana, que daba al jardín, entraban perfumes de clemátida y el sol, al ocultarse en el horizonte por detrás de los bosques, se apagaba en un cielo matizado de rosa, verdoso y anaranjado. ¡Qué diferencia! decía Herminia, entre esta deliciosa comida y las que hacia en Rouxmesnil, entre mi tía y Bobart! ; ¡se acabó la tristeza! Mañana nos vamos á Florencia y Venecia.

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