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Actualizado: 24 de junio de 2025


Por un instante, da rienda suelta a su fantasía; pero su respiración se hace cada vez más penosa, sus pensamientos se obscurecen; a cada pulsación, un dolor, penetrante como una aguja, le atraviesa las sienes; le parece que va a ahogarse bajo la intensidad de los perfumes. Reuniendo todas sus fuerzas, se levanta y abre una de las hojas de la ventana. Pero tampoco encuentra allí reposo ni frescura.

Está elegante como una institutriz de su tierra... Tiene la cara menos verde, y deja un reguero de olor barato: habrá comprado polvos y perfumes en la peluquería del buque... Y todo por usted, grandísimo conquistador... Hasta lleva zapatos nuevos. No le veo los tacones gastados de antes. Y Fernando, en el egoísmo de su deseo, acogía estas burlas con una satisfacción cobarde.

Pero la viuda, después de consagrar un recuerdo triste a sus devaneos de la víspera, se volvió al Magistral insinuante, provocativa; procuraba marearle con sus perfumes, con sus miradas de telón rápido y con cuantos recursos conocía y podían ser empleados contra semejante hombre y en tales circunstancias.

Y embriagado cada vez más por la luz meridional y aquellos perfumes primaverales en pleno invierno, torció por una callejuela, dirigiéndose al campo. Al salir del antiguo barrio de la Judería y verse en plena campiña, respiró con amplitud, como si quisiera encerrar en sus pulmones toda la vida, la frescura y los colores de su tierra.

Aquel paraíso de perfumes, de sombras, de verdura y armonías está habitado por centenares de ruiseñores que silban dulcemente al acercarse la noche. Se quisiera vivir allí largos años, en un incesante recogimiento de amor, de contemplacion y poesía....

Solo que como hay flores de delicado y fuerte perfume, flores que matan y flores que consuelan, en las canastillas de nuestro teatro tambien se aspiran perfumes parecidos, se oyen diálogos, conversaciones, frases que pican ó corroen.

El alma era Dios, era el ídolo, y se le quemaban perfumes; el cuerpo era el diablo, y se le apedreaba, cuando no se le achicharraba vivo.

¡Y aquel modo de peinarse tan sencillo y tan señor al mismo tiempo, aquel discreto uso de finos perfumes, aquella olorosa cartera de cuero de Rusia, aquellos modales finos y aquel hablar pomposo, diciendo las cosas de dos o tres maneras para que fueran mejor comprendidas...! Ni una sola vez, siempre que le decía algo, dejaba de emplear alguna frase de sentido ingenioso y un poco doble.

Ripamilán, casi oculto entre las faldas de doña Petronila, a quien llevaba enfrente, iba en sus glorias; no por su contacto con el Gran Constantino, sino por ir entre damas, bajo sombrillas, oliendo perfumes femeniles, y sintiendo el aliento de los abanicos; ¡salir al campo con señoras! ¡la bucólica cortesana, o poco menos!

Todo era contento: allá en la huerta rumores de agua y de árboles que mecía el viento, cánticos locos de pájaros dicharacheros; de las ventanas del patio venían perfumes traídos por el airecillo que hacía sonajas de las hojas de las plantas.

Palabra del Dia

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