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Actualizado: 28 de julio de 2025


Y a la verdad del devoto y católico modo de morir de casi todos, como después veremos, juzgo se puede piadosamente creer que el embarazarles la fuga fue efecto de la predestinación eterna, que quiso librarles de perderse en el agua para que pereciendo en las llamas se lograran para siempre.

Largo discurso sería necesario hacer para recitar ahora las persecuciones que la Sagrada Escritura ha sufrido en otros tiempos, y los cargos infames que le ha hecho, por los cuales no pocas veces ha alcanzado a casi desarraigarlos del mundo; y lo hubiera alcanzado sin duda, si la luz que en ellos está encerrada, no tuviese su origen y fuente más alto que este sol, y que no consistiese en solo los libros como todas las otras disciplinas humanas; de donde viene que pereciendo los libros en que están guardadas, o por la condición de los tiempos, o por otros casos mundanos, ellas también perezcan; y si alguna restauración tienen después, es en cuanto se hallan algunas reliquias, con que ayudado el ingenio humano las resucita.

A su arte mágico se debe el crecimiento del río Funza, cuyas aguas inundaron todo el valle de Bogotá, pereciendo en este diluvio la mayoría de los habitantes, de los que se salvaron unos pocos sobre la cima de las montañas cercanas. Irritado el anciano, arrojó a la hermosa Huitaca lejos de la Tierra; convirtiose en Luna entonces, comenzando a iluminar nuestro planeta durante la noche.

De las redacciones pasaba a las oficinas, y de las oficinas a las redacciones; de modo que cuando estaba cesante y la familia pereciendo, alegrábanse las Musas de la política extranjera y de la ciencia fiscal. Siempre fue mi hombre arrimado a la cola, como decían sus amigos; es decir, muy moderado, porque siempre le colocaban los doctrinarios.

El año 1832 un joven valeroso, de nación francés y llamado Julio de Blosseville, quiso que la gloria de ese paso perteneciera á la Francia, y, al efecto, puso á disposición de la empresa su vida y sus caudales, pereciendo en la demanda. Su primera dificultad fué obtener un buque á gusto suyo: diósele el Lilloise, que empezó á hacer agua el mismo día de su partida.

Los doscientos caballos, y trescientos infantes á quien el Duque habia dado las haciendas que se ha dicho viendo el peligro de sus campañeros, y creyendo que aquel mismo rigor se habia tambien de executar en ellos, fueronse al Duque, y le dixeron, como entendían que aquel exército que tenia junto era para contra sus compañeros, y amigos; y que si esto era así verdad, ellos les renunciaban las haciendas que les dió, porque tenian por mejor suerte morir defendiendo á los suyos, que gozar riquezas en paz, pereciendo ellos.

Y ciertamente el no acobardarse con los peligros, el no volver las espaldas á tantos trabajos, el no retirarse y no dejar una vida en que á cada paso se encuentra con la muerte, pereciendo aquí de hambre, perdiéndose allí por los bosques, ahora andando entre flechas y macanas, ahora enmedio de pueblos furiosos, es virtud difícil de hallarse, y con todo eso esta virtud es necesaria siempre á quien emprende en países remotos y entre gente bárbara el oficio de la predicación Apostólica.

Todavía es de maravillar cómo los individuos que a ella pertenecen no están más enclenques y decaídos, mereciendo el apodo de D. Pereciendo o de D. Líquido con que suele motejarlos la baja plebe. El gallardo tipo del torero debe estimularlos con emulación. Bien lo da a entender el poeta cuando dice en elogio del insigne Pedro Romero: Das a las tiernas damas mil cuidados, y envidia a sus amantes.

Maltrana admiró su firmeza: era digna hija del Mosco. Aquella mujercita débil, que muchas veces lloraba sin motivo, permaneció inmóvil, con los ojos secos, al conocer la desgracia. Hacía tiempo que presentía este final. Muchas noches había visto en sueños a su padre cubierto de sangre, pereciendo bajo las escopetas de los guardas, que le daban el tiro de gracia.

Que en la dicha última destrucción de Jerusalén, que sucedió por imperios de Adriano, fueron vendidos como viles esclavos muchos millares de Judíos y los que no hallaron comprador, ni aún rogado, fueron trasladados a Egipto, pereciendo en el camino, o de naufragios, o de hambre, o de la rabia de los Gentiles, que por desambarazarse de ellos, los mataron.

Palabra del Dia

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