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Actualizado: 14 de junio de 2025
Agradeció ella con toda su alma el desagravio, y sus aflicciones de aquel día se le disiparon con la grata vista del pan bendito, o llámese papel moneda. Dio al olvido sus agravios; pero si perdonó fácilmente a Joaquín la injuria intentada contra su honor, tuvo que hacer un esfuerzo de bondad para perdonarle el que le hubiera llamado cursilona.
Sí; debía perdonarle. Lo había matado, era verdad; pero él había sido el primero en buscarlo. ¡Vamos: los hombres que son hombres deben mostrarse razonables!
La piadosa señora lamentaba cristianamente la desaparición de su cuñado, dedicándole una parte de sus rezos, pero insistió con cierta crueldad en el relato de su triste fin. No podía perdonarle su fatal intervención en el destino de Ulises. Había muerto como había vivido, en el mar, víctima de su temeridad, sin confesión, lo mismo que un pagano.
Coca era una chicuela... ¡Había que perdonarle!... ¡Ella creyó estar enamorada de Vázquez, y ahora resulta que no lo estaba!... Tenía que confesárselo, aunque siempre dispuesta a cumplir su compromiso, si él lo exigía... Don Mariano no debía por eso juzgar mal a las mujeres... ¡Era ello una desgracia, una desgracia irreparable, ocurrida a él, tan luego a él, el más digno y generoso de los hombres!... Pero podía distraerse, olvidar, paseando y viajando... ¡Ya se casaría más tarde, puesto que su temperamento era el de un hombre de hogar, y como lo merecía por sus méritos y condiciones!...
Podía perdonarle que su boca fuese una regadera cuando hablaba, y la medida anormal de esta boca, y otros defectos corporales; pero, francamente, que pretendiese estorbar el matrimonio de su niña, que un rasca-tripas como él tratase de competir con aquel claro fanal de todas las virtudes, con aquel lirio fragante que la Providencia iba a darle por yerno, para esto no había perdón ni en la tierra ni en el cielo.
Así que, cuando la anterior proposición senté, no quise decir que no se escribiese, sino que no se escribe bien, ni que no fuese el de emborronar papel el pecado del día, pecado que no quiera Dios perdonarle nunca, ni quiero yo negar la triste verdad de que no hay día que algún libro malo no se publique, antes lo confieso, y de ello y de ellos me pesa y tengo verdadero dolor, como si los compusiera yo.
Debéis, pues, perdonarle; señora, perdón merece quien confiesa su error, y perdonar también á la buena duquesa de Gandía, que es una pobre mujer, cuyo único delito es ser excesivamente afecta al duque... me lisonjeo en creer que empezamos una nueva era... enviaremos un respetable ejército á Flandes contra la Liga, arreglaremos nuestros negocios con Inglaterra, y nos haremos respetar.
En resolución, yo me pregunto a veces: este propósito mío ¿tendrá por fundamento, en parte al menos, el carácter de mis relaciones con mi padre? En el fondo de mi corazón, ¿he sabido perdonarle su conducta con mi pobre madre, víctima de sus liviandades? Lo examino detenidamente y no hallo un átomo de rencor en mi pecho. Muy al contrario: la gratitud le llena todo.
Acaban de perdonarle la vida al gigante, y quieren que sea usted el encargado de todo lo referente á su enseñanza y su alimentación.
Con una palabrita, con un simple «sí,» habría podido poner término a todos sus tormentos, habría podido vivir hasta el fin de sus días en la abundancia y en la alegría; y que no quisiera pronunciarlo, por una obstinación estúpida e inconcebible, que todas sus diligencias para casarlo quedaran infructuosas, era lo que su madre no podía perdonarle. Dos años transcurrieron así.
Palabra del Dia
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