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Actualizado: 20 de junio de 2025
¡Bien lo pensé así! dijo Stein con tristeza ; mi corazón es leal y la tía María se engañó cuando al asegurarme posible la felicidad, hizo nacer en él esperanzas, como nace la flor del aire, sin raíces y sólo al soplo de la brisa.
Pepe, que te está saludando el señor Olóriz... Yo pensé que era una regla de buena educación contestar a los saludos que nos dirigen. Mujer, no le he visto manifestó Torres con dulzura.
Acepté ya el destino, y no me parece conveniente rehusarle ahora. Tiene usted razón. ¡Bien! ¡Bien! Abrió el cajón de la mesa, sacó un puñado de monedas, me hizo la cuenta, a tanto por día, como a un criado, y me dió unos cuantos duros. ¡Triste condición la del pobre! pensé. ¡Triste condición la de quién está obligado a servir a otro!
Muchas mujeres que yo conozco han sido tus amantes, y yo me dije: «¿Por qué no yo también?» Luego pensé en los hombres que han pasado por un vida, y añadí: «¿Por qué no él?...» Ahora eran los codos de Alicia los que se apoyaban en sus rodillas, y como el príncipe estaba sentado sobre dos almohadones nada más, casi quedaban al mismo nivel sus ojos y sus bocas.
Pensé que nunca ya, ¡nunca ya! la volvería a oír. ¿Quieres ser mi esposa? añadió bajando la voz, inclinándose para acercar la boca al rostro de la dama. Déjame un sitio a tu lado, hermosa... Déjame ser una noche feliz... No, Álvaro, ahora no volvió a murmurar la esposa infiel. Mañana... Déjame, estoy muy cansada... Déjame hasta mañana... No te molestaré.
Yo pensé que estaba loco, y cuando le vi bajar del calesín, acercarse a la playa e internarse por ella hasta que el agua le cubrió las botas, corrí tras él lleno de zozobra, temiendo que en su enajenación se arrojase, como había dicho, en medio de las olas.
A la una y tres cuartos entré en los bajos de Punta Rubia, sobre los cuales pensé largase la quilla esta embarcacion; pero, ya barándo, ya saliendo, estuve hasta las dos, que doblé la dicha punta y salimos á mas agua, y á este tiempo metí en vuelta del ONO, barajando la costa á distancia de un cable.
Ves, Marta dije para mis adentros, así es cómo me iría con él a través del vasto mundo, si fuera su querida. Yo no tenía entonces más que una noción bastante confusa de lo que es una «querida» y no vacilaba en elevar a Marta a esa dignidad. Monta bien pensé en seguida; mi «hijo del rey» no sería mejor jinete.
Finalmente, él me va matando de hambre, y yo me voy muriendo de despecho, pues cuando pensé venir a este gobierno a comer caliente y a beber frío, y a recrear el cuerpo entre sábanas de holanda, sobre colchones de pluma, he venido a hacer penitencia, como si fuera ermitaño; y, como no la hago de mi voluntad, pienso que, al cabo al cabo, me ha de llevar el diablo.
Me dijo, recriminándome, que mi nombre le había dado muy poca suerte; su finca de Ilo-Ilo marchaba mal; sin duda no sabía administrarla. Su carácter inquieto no le dejaba vivir. Era un hombre borracho y nervioso. Muchas veces pensé si estaría loco, tales eran sus gestos y sus arrebatos.
Palabra del Dia
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