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Actualizado: 20 de junio de 2025
Que se abra esa suscripción dijo uno . Yo doy dos pesetas. Que se abra... Yo no doy nada dijo otro. Pensé que todo aquello era pura broma. Así que mi estupor fue grande cuando observé que, efectivamente, a presencia de todos, se recogía el dinero.
El me dijo que iba á sacarme de allí, que quería hacerme feliz. Me dió mucho miedo. Decía todo esto con una vaguedad que indicaba cuán débiles estaban sus facultades mentales. Me dió mucho miedo continuó; aún me parece que le estoy viendo. Al principio pensé que me iba á matar; pero ... no me mató. Dijo que me quería llevar consigo; que él me quería ver feliz ... Me había escrito una carta.
El tiene veintitrés años y ella poco más de veinte: son jóvenes y hermosos, y el amor inflama sus corazones. »Antes, cuando Magdalena era niña, pensé mil veces con gusto en esta unión, y hoy tengo que preguntarme si mis actos son razonables y dignos de un hombre que en el mundo de la ciencia ocupa un lugar tan envidiable.
Les ha sido otorgado el don de lenguas, como si en lugar de pascua de Resurrección fuese de Pentecostés», pensé borrosamente, entre la penumbra inicial del sueño. Lo último que le oí a don Guillén, fué: Sat funeri, sat lacrymis, sat est datum doloribus.... O Khirios to pneuma estin.
Bonis tuvo que sentarse en una silla, porque en la cama de su mujer no se atrevió a hacerlo. ¡Dios mío, en el mundo no hay felicidad posible! Esta noche, que yo pensé que iba a ser de imágenes alegres, de dicha interior toda ella.... ¡qué horrible tormento me ofrece! ¡Arruinado mi hijo! ¡Y arruinado por culpa mía!
Pero si voy a juzgar a las mujeres por mi tía, pienso que voy a preferir considerablemente a los hombres. Luego recordé que el biógrafo era de sexo masculino, y pensé que sin duda habría tenido por cortés, amable y modesto, dejarse en el tintero y pasar en silencio a sus congéneres. Y me dormí sobre esta luminosa idea. Levanteme contentísima al día siguiente.
Un día contemplaba en viejo campanario la ligera veleta de su eterno girar, y pensé que es veleta el hombre en su calvario que gira sin descanso en constante penar. Y, si acaso, hay momentos de calma lisonjera que de gozo inocente nos hacen sonreir, son momentos fugaces que con la primavera dejan triste recuerdo en el pecho, al partir.
Pero ¡ay! no pude contemplarla. Seguí adelante, y seguí dulcemente impresionado. Me parecía que oía yo detrás de mí el ruido de la ondulante falda de muselina. No tuve valor para volver el rostro. ¿Por qué en aquel momento pensé en Matilde, la dulce niña de mi primer amor? ¡Ay! ¿por qué creí ver delante de mí un rostro apenado, lloroso y dolorido, el rostro de Angelina?
Pensé que en la vida había algo más que hacer que buscar el goce y que había otros hombres que en los talleres, en las canteras, en las minas, pasaban sus días en un trabajo penoso para ganar lo necesario y, sin embargo, no habían merecido ser tan desgraciados.
Me ha hablado de varios. ¿Pero del hijo de uno de sus amigos? Amaury vio que no podía retroceder. Ayer pronunció delante de mí el nombre del vizconde Raúl de Mengis. ¿De mi sobrino? Sí; sé que tal es el deseo de nuestro querido Avrigny. ¿También sabe que yo pensé en Raúl para Magdalena? Sí, señor.
Palabra del Dia
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