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En el año 1333 el rey moro de Granada, aprovechando la coyuntura de hallarse D. Alfonso XI con los pendones y caballeros de casi toda Andalucía entretenido en Gibraltar contra los ejércitos invasores de Marruecos, puso cerco á Castro el Río con muy poderosa hueste.

No veo el rio hermoso, de mástiles cubierto Como un espeso bosque de gigantescos pinos, Ni aquel conjunto bello de buques Argentinos Que ostentan sus pendones bañados por el sol; No veo el alta torre del templo magestuoso Cuyo círculo cubre la gloria con sus alas, Al verle acribillado de las rugientes balas Que el cañon Argentino lanzara á Whittelok.

Cancha-Rayada viera con denuedo A los héroes de Mayo caer vencidos, Pero sin dar cabida al torpe miedo Alzaron sus pendones abatidos, Al cielo sus espadas elevaron Y en sus hombros la patria sustentaron.

El rey Enrique sale á su encuentro con heraldos, caballeros y pendones. Vedlos que juntos se dirigen hacia la tienda real. En tanto el barón de Morel había revestido la armadura de su prisionero Don Diego y tan luego se puso el sol dió orden á su gente de preparar las armas.

Do arde sagrado fuego de eterna religion. Mirad cual lo saludan del muro los cañones, Cual alzan los guerreros sus ínclitos pendones, En que la estrella luce cual signo de hermandad; Mirad como se riza del mar la blanca espuma, Cual se disipa en torno la misteriosa bruma, Y cual se tiñen de oro los Andes, ¡contemplad!

Se alzaban arcos de triunfo, se tendían colgaduras de damasco, salían á la calle las comunidades y cofradías con sus pendones al frente, y en todas las esquinas se ponían escudos y tarjetones, donde el poeta Arriaza estampaba sus pobres versos de circunstancias.

Entonces mi Zipette apostrofa a su vecina y le dice: «¡Usted perdone, señora! ¿Se dirigen a esas frases?» «Señora: se dirigen a los pendones en general. Pero ¡si usted quiere aplicárselas...!» «Los dichos de una prostituta no tienen importancia: por eso desdeño los suyos...» Etc., etc.

Y mi amo, el señorito Luis, con toa su fachenda y el mujerío de pendones que se trae en derredor... ¡ tampoco! El más rico de Jerez soy yo, que se llevará al cortijo una morenucha fea, que está cieguecita porque a la pobre apenas se le ven los ojos, y que tiene el defecto de que al reírse se le jasen en la cara unos joyitos muy monos, como si estuviera picá de viruelas.

En todo el valle, hasta donde alcanzaba la vista, millares de blancas tiendas, adornadas muchas de ellas con enseñas y pendones de los altivos señores castellanos y leoneses. Á gran distancia, en el centro de aquella improvisada ciudad, una tienda mayor y más vistosa que todas las restantes era sin duda la vivienda del monarca.

Sale D. Juan de Baena con muy lucida hueste formando la vanguardia; D. Pedro sale de Córdoba cubriendo la retaguardia con sus caballeros y pendones. Afortunados en sus correrías y talas, recogen gran botin, y al cabo de tres dias resuelven regresar á su tierra, D. Juan de retaguardia, y delante con los suyos D. Pedro. Lo que D. Juan se propone con esta inversion del órden de marcha, Dios lo sabe.