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Actualizado: 4 de junio de 2025


Unos escarbaban con palos para arrancar los pedruscos de sus terrosos alvéolos; otros, a fuerza de empujones, los iban acercando a la sima y, cuando conseguían dejarlos junto al borde del tajo, los impelían al abismo, gozándose en verlos desgajar raíces y partirse en mil trozos contra las paredes de roca.

Ciertamente que tenía la satisfacción de su conciencia, el amor de su mujer y su confianza en Dios, pero esto no era suficiente para satisfacer las necesidades materiales de la vida. Educada mi madre entre el fausto de la corte, contentábase con resignación viviendo alegre en aquella casa sin muebles ni adornos de lujo, y con aquel jardincito cercado de pedruscos.

Dicho todo esto, como quien no dice nada ni se paga mucho ni poco del valor de lo que dice, y que a Neluco y a nos había cautivado bastante más que los pedruscos mohosos de la torre, cuya importancia histórica y arqueológica no desconocíamos, se encogió de hombros el solariego volviendo la espalda al edificio, y enlazándonos a los dos por la cintura con sus brazos, nos arrastró hacia el interior de la casa, diciéndonos al propio tiempo: Ahora, enseguidita, a prepararse para la marcha, puesto que se empeñan ustedes en volverse hoy, porque los días son ya muy cortos y no hay tiempo que perder.

El Capitán, los dos jóvenes y el marinero desembarcaron armados de sendos fusiles, y tras de ellos los chinos conduciendo a tierra la leña, las pailas, los arpones y las espumaderas. A corta distancia de la orilla Van-Stael indicó dos pequeñas construcciones circulares formadas por pedruscos y que podían servir muy bien de hogares. Los salvajes las han respetado dijo. ¿Qué es eso? preguntó Hans.

Y cuando se hubieron saciado las soltaron y se alejaron riendo, mientras ellas, sacudidas por una violenta cólera, agarraban del río enormes pedruscos y se los lanzaban con una fuerza que sólo la indignación y la vergüenza pueden prestar. Desaparecieron al cabo de su vista por detrás del espeso matorral de mimbreras y avellanos. Quedaron las zagalas un momento inmóviles.

Serían inútiles todas las extratagemas de aprovechamiento; sólo encontrarían la tierra pobre y estéril, sin la menor partícula de hierro, y entonces vendría el ¡sálvese quien pueda!, el momento terrible de la vuelta á la pobreza, la fuga desordenada y arrolladora de la muchedumbre que engañaba su hambre trabajando en la cantera, dejando entre sus pedruscos lo mejor de su vida: el aislamiento de los poderosos, encerrándose en el arca de su riqueza, para flotar sobre este Diluvio final.

Eran míseros edificios construidos con mineral en la época que éste no era tan buscado; gruesos paredones agujereados por ventanucos, con balcones volados que amenazaban caerse y los pisos superiores de maderas carcomidas. Las techumbres, con grandes aleros de tejas rojizas y sueltas, estaban mantenidas contra los embates del viento por una orla de pedruscos.

Ebrios por el vino enloquecedor de la suerte, los dueños de tanta riqueza, no habían querido crear industrias nuevas, que fuesen libres de la servidumbre de la mina. Las luchas industriales con sus complicaciones y riesgos, no les tentaban, acostumbrados á las fáciles y seguras ganancias de un país donde sólo hay que arrancar los pedruscos del suelo para enriquecerse.

Aún caminaron otra buena hora, pero fuera de sendero, por campos de tierra movediza con ocultos pedruscos, en los que tropezaban. Isidro, al atravesar una viña, chocó con un ceporro, hiriéndose una pierna. Pero ¿dónde estaban aquellos bosques de El Pardo, que parecían correr hundiéndose en la sombra?... ¡Animo! decía el Mosco en voz queda . Ya estamos cerca; ya veo las tapias.

Y volví los ojos al sendero de la montaña, y le vi trepar entre los pedruscos y los escajos bravíos de una sierra calva; y distinguí detrás de ella, la loma de otra sierra más alta, y por encima de ésta, otra y sobre su cumbre la de un monte que las asombraba a todas; y así sucesivamente, hasta perderse las últimas desvanecidas en un ambiente brumoso y tétrico que no me dejaba percibir con claridad los dos peldaños de aquella escalera disforme, entre los cuales se escondía la sepultura en que, por un mal entendido sentimiento filantrópico, había resuelto yo enterrarme vivo.

Palabra del Dia

rigoleto

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