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Actualizado: 25 de noviembre de 2025
En alturas semejantes, cada amigo de esos que se va, es un sillar que se arranca en los cimientos de la vida del que se queda; y don Pedro Nolasco no había tomado en serio hasta aquel día lo de la muerte de su amigo, a quien por su carácter y correa consideró siempre «incapaz» de morirse.
Preguntó luego don Quijote al ventero qué mase Pedro era aquél, y qué retablo y qué mono traía. A lo que respondió el ventero:
Gonzalo tropezó con la ola de gente que vomitaba la puerta, y así como fué reconocido, se apresuraron a rodearle y saludarle sus antiguos amigos. El primero que le echó los brazos al cuello fué don Mateo, después vino don Pedro Miranda y su hijo Periquito, en seguida el alcalde don Roque, después don Victoriano y su esposa doña Rosario y sus tres hijas.
7 La conquista de Cuenca y primera dedicación de la Virgen del Sagrario, de D. Pedro Rosete. 8 La hechicera del cielo, de Antonio de Nanclares. 9 La razón hace dichosos, de tres ingenios. 10 Amar sin ver, de D. Antonio Martínez. 11 La Margarita preciosa, de Zavaleta, Cáncer y Calderón. 12 El más heróico silencio, de D. Antonio Cardona. 1 Los españoles en Chile, de D. Francisco González de Bustos.
Dio ésta las gracias a Pedro por el brazalete enviado de Londres, prenda que encontraba del mejor gusto, informándose después del sincero interés ¡la noble criatura! de la salud de la señora de Montauron y respondiéndole su sobrino que continuaba tan lozana como en sus mejores tiempos.
Y cuando Fernández padece del reuma, le ve D. Pedro Nolasco, que es un gran doctor. A él debes la vida, chiquillo, y él te sacó del costado la bala; que si no a estas horas estarías en el otro mundo.
D. Pedro de Mendoza dió al cacique que los indios llamaban Chera-guazú, una camisa, un bonete colorado, una hoz y otras cosillas; que las tomó gustoso y nos llevó á su pueblo, y nos dió caza y pesca en abundancia, de que recibimos grande contento; porque si el viage hubiera durado diez dias mas, todos hubiéramos perecido de hambre, como habia sucedido á 50 de los embarcados.
D. Pedro Viguera, Tesorero de esta Real Audiencia, el Sr. D. Juan Andres de Arroyo, Contador mayor del Real Tribunal de cuentas, el Sr. Brigadier D. Bernardo Lecog, Sub-inspector y Director general del real cuerpo de ingenieros, el Sr. D. Joaquin Mosquera, Coronel retirado del mismo real cuerpo, el Sr. D. Eugenio Balbastro, vecino y de este comercio; el Sr.
9 Los carboneros de Francia, del Dr. Mira de Mescua. 10 Cómo nació San Francisco, de D. Román Montero y D. Francisco de Villegas. 11 La discreta venganza, de D. Agustín Moreto. 12 Contra la fe no hay respeto, de D. Diego Gutiérrez. 1 El médico pintor S. Lucas, de D. Fernando de Zárate. 2 El Rey Don Alfonso el Bueno, de D. Pedro Lanini Sagredo.
Entró el entierro en la Iglesia de San Pedro, el cadáver de Marcilla fue colocado en un gran túmulo y diose principio al Oficio. La infeliz Isabel, no pudiendo resistir mas, abrió al dolor la llave, dio rienda suelta al llanto, y abalanzándose cubierta a donde estaba el féretro, esclamó: ¿Es posible que estando tu muerto, tenga yo vida?
Palabra del Dia
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