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Actualizado: 28 de junio de 2025


El estrépito es inenarrable; parece la lucha de cien huracanes. Hasta en mitad del día, los trozos de roca, mezclados con polvo, tierra vegetal y fragmentos de plantas, obscurecen completamente el cielo. Y á veces, siniestros relámpagos producidos por peñascos que dan unos contra otros, brotan de la tiniebla.

Los únicos que iban á conocer su muerte eran los cangrejos enormes que remontaban los peñascos buscando su alimento en la resaca; las gaviotas que se dejaban caer verticalmente, con las alas tendidas, desde lo alto del acantilado. Hasta los más pequeños crustáceos eran superiores á él.

En el lugar en que empieza a ser menor el declive de Sierra Nevada y donde la corriente de los ríos va siendo menos impetuosa y violenta, se levanta al pie de una gran montaña roja, Smith's-Pocket . Contemplado desde el camino rojizo, a través de la luz roja del crepúsculo y del rojo polvo, sus casas blancas se parecen a cantos de cuarzo desprendidos de aquellos altos peñascos.

Allí todo es hóstil, hasta el aire que se respira: tan pronto como se pierde de vista la ciudad y empieza el interminable y cada vez más escabroso camino de la sierra, se experimenta esa sensación de malestar que produce siempre la cercanía del peligro: los árboles, los peñascos, la selva virgen, el boscaje enmarañado, el negro abismo que obliga á cerrar los ojos para sustraerse al vértigo... y la soledad, la horrible y angustiosa soledad que oprime el corazón y pueblo el cerebro de horripilantes imágenes y el alma de tristes presentimientos.

Cuando ya estuvimos acostumbrados a andar entre los peñascos, nos pareció la playa insípida y poco entretenida. El fin práctico de nuestros viajes a las rocas era coger esos cangrejos grandes y obscuros que aquí llamamos carramarros, y, en otros lados, centollas y ermitaños.

El mar se rizaba blandamente sonriendo a la privilegiada villa, y el sol asomaba majestuosamente su disco por detrás de las olas, dispuesto a dar gusto siquiera una vez en su vida a los honrados peñascos. Porque desde tiempo inmemorial se sabía que apenas se preparaba una fiesta en Peñascosa, el sol tomaba las de Villadiego y dejaba que las nubes diesen buena cuenta de ella.

Los tres se encaminaron al extremo opuesto de la elevada planicie, bajo la cual se veía la roca cortada casi á pico, con algunos peñascos salientes de trecho en trecho. Es indispensable, continuó el señor de Morel, que el príncipe tenga noticia exacta de lo ocurrido. Podremos quizás resistir otra acometida porque no pueden atacarnos todos á la vez, pero el fin no está lejano.

A la izquierda, se levantaba una alta muralla de rocas salpicadas de musgo; robles y abetos, interpolados con yedras y malezas pendientes, se ostentaban en las grietas, hasta la cumbre de la escarpada ribera, arrojando una sombra misteriosa sobre el agua profunda que bañaba el pie de los peñascos.

Despues de muy cansados de caminar, no hallaron huella ó rastro de hombres, ni bosque, ni leña, sino tal cual matorral; ni agua dulce, ni tierra fructífera sino peñascos, cuestas, quebradas y despeñaderos, que les dieron copiosa materia de paciencia: y si no les hubiera deparado Dios algunos pozitos de agua en las concavidades de las peñas, por haber llovido un poco el dia antes, no saben como hubieran podido volver al puerto.

El sol comenzaba apenas á producir sobre las crestas nevadas sus primorosas reverberaciones; una ancha faja de nieblas ceñía los cerros vecinos por la mitad, dejando en descubierto las eminencias con sus enormes peñascos de granito, y las bajas colinas, la ciudad y los vallecitos profundos y tortuosos del Jenil, frescos, verdes, floridos, cuajados de molinos y fábricas, de huertos primorosos y de hileras y grupos de álamos blancos y otros árboles enhiestos.

Palabra del Dia

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