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Actualizado: 27 de junio de 2025


Deben partir con ellos el poder, la autoridad, deben ser omnipotentes. ¿Qué importa que la querida sea una cómica? al elegirla, el grande hombre la ha igualado á ; esto no admite réplica, porque la querida de un grande hombre debe ser una gran mujer, y si no lo es, algo hay de vano en el hombre á quien todos tienen por grande. Esa mujer puede tener, como vos, una gran hermosura...

Mientras fuimos los dueños, mientras ganábamos victoria tras victoria, se nos ponía buena cara; pero a partir de los reveses de Rusia, esto toma mal cariz. ¡Vamos, vamos, Catalina! Su cabeza se va del seguro...; usted lo ve todo negro.

Ojeda sonrió tristemente. ¡Partir juntos!... Una felicidad que había pensado muchas veces; pero él ignoraba cuál iba a ser su vida allá. Seguramente de penalidades y miserias sin cuento. ¡Y ella, criatura de lujo, acostumbrada a las comodidades del dinero, quería seguirle en su incierta aventura!... No; estas resoluciones extremas únicamente son aceptables en el teatro.

Cuando, por la noche, volvía a su casa, dolorido de fatiga, se encontraba frente a su tío, enloquecido y brutal, por el mal éxito de sus experiencias. Luego tenía que partir con este triste pariente su pequeño jornal y soportar todo género de recriminaciones.

Como yo no andaba muy al corriente de mis estudios, pasé en vela buena parte de la noche a fin de encontrarme el lunes al nivel de los demás compañeros, y ¡claro está! a la mañana siguiente en lugar de levantarme a las siete, lo hice a las ocho y en vez de partir a las ocho lo hice a las nueve, por lo que no me fue posible llegar a las diez, como debía, sino a las once bien dadas, cuando estaban ya acabando de almorzar.

Este, antes de partir, visita á su joven esposa, de la cual oye la más tierna despedida. Después de retirarse, sorprende su padre á Julia llorando; pregúntale la causa de sus lágrimas, y ella finge verterlas por la muerte de Octavio. Antonio resuelve entonces enlazarla al conde París en vez del difunto Octavio, y con tal propósito le envía un mensajero.

Almorzamos un bocado, y el viejo tomó sus alforjas y, porque no viésemos lo que sacaba y no partir con nadie, desatólas a oscuras debajo del gabán, y agarrando un yesón echósele en la boca y fuele a hincar una muela y medio diente que tenía, y por poco los perdiera. Comenzó a escupir y hacer gestos de asco y de dolor; llegamos todos a él, y el cura el primero, diciéndole que qué tenía.

Se casaron en el ara del amancebamiento, y á los dos dias de unión se querían de veras y hallábanse dispuestos á morirse juntos y á partir lo poco bueno y lo mucho malo que la vida pudiera traerles.

Ya dos o tres veces estuvo a punto de hablarle, con mucha dulzura y afectuosamente, pero reflexionó... Juan iba a partir por unos veinte días; a su vuelta, si aun fuese necesario, le haría un pequeño discurso moral, y le hablaría tan bien, que el amor no volvería a meterse tontamente a través de su amistad.

Nos acercábamos al momento de partir y yo no acababa de decidirme. París me inspiraba más miedo que nunca. Magdalena iría también, podría verla, pero, ¿a qué precio? Estando ella presente no corría riesgo de desfallecer, al menos de no caer tan abajo; mas a trueque de un peligro menos cuántos otros surgirían.

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