United States or Vietnam ? Vote for the TOP Country of the Week !


Mientras hablaba iba examinando al recién llegado y al ver que lucía una hermosa roseta en la solapa y sospechando que se las había ahora con un parroquiano de consideración, se mostró ya menos indiferente.

Ante los cafés, las mesas al aire libre tenían mucho parroquiano, porque la templada atmósfera lo consentía; y bajo la claridad fuerte de los reverberos bullían los mozos sirviendo cerveza, café o bavaresa de chocolate, y el humo de los cigarros, y el crujir de los periódicos que desdoblaban, y las conversaciones, y el sonido seco de las fichas del dominó dando contra el mármol, llenaban de vida aquel trozo de acera.

Se atrevió un parroquiano a no pagar y tras él fueron otros, y al fin no le pagaba casi nadie. Paula que había dominado a dos curas, y estaba dispuesta a dominar el mundo, no podía con su marido. «Lo que quieras, tienes razón», decía él, y a la media hora volvía a las andadas.

De busto correcto, su medio cuerpo no dejaba nada que desear desde el punto de vista de la elegancia; desde la parte exterior del mostrador el parroquiano no tenía nada que observar, pero la sirena no podía salir del mostrador sin peligro, porque, como ese era su elemento, si lo abandonaba, mostraba por fuerza la cola indecorosa: el tendero sirena usaba levita de faldón largo para economizarse el uso de los pantalones, y zapatillas para ahorrarse las incomodidades del calzado; de modo que el mostrador servía para cubrir la parte menos bella, pero no por eso menos interesante de la estatua.

El público no renunciaba por esto á su costumbre, y de seguro lo habrían pasado mal los dos hermanos si hubieran tratado de impedir por la fuerza la libertad mingitoria, autorizada por un derecho consuetudinario que, según la feliz expresión de un parroquiano de aquel sitio, radicaba en la naturaleza del hombre y en la hospitalidad forzosa del vecindario.

Y si no se prosternaban y hundían su frente en el polvo como aquéllos, por lo menos se ponían colorados hasta las orejas y no acertaban en algunos minutos a colocar la pluma sobre el papel ni prestaban atención a lo que el parroquiano les decía. Mirábanse con señales de pavor y decíanse en voz baja lo que de sobra sabían todos: "¡El duque!" "¡El duque!" "¡El duque!"

Soledad y María-Manuela sin duda se habían vuelto á casa. Pero antes de retirarse á la suya quiso dar un vistazo por el café Suizo. Un vago presentimiento le animaba á ello. Sabía que Antonio era parroquiano y solía llevar con él á María-Manuela. En cuanto abrió la puerta y puso el pie dentro la vió. Estaba sentada cerca del mostrador con su amiga María y otra mujer, Antonio y otro hombre.

Esperó un momento a ver si sólo iba a dejar algún recado, y como no saliese se alejó tranquilamente en dirección a la plazuela de Santa Cruz. Se detuvo en un puesto de flores. La florista, al verle llegar, le sonrió como a un antiguo parroquiano y echó mano al ramo de rosas blancas y violetas que sin duda estaba ya preparado para él. Dirigióse a la Plaza Mayor y tomó el tranvía de Carabanchel.

En las limosnas colectivas y en los repartos de bonos, llevaban preferencia las antiguas; y cuando algún parroquiano daba una cantidad cualquiera para que fuese distribuida entre todos, la antigüedad reclamaba el derecho a la repartición, apropiándose la cifra mayor, si la cantidad no era fácilmente divisible en partes iguales.

Y como buen crítico que no se contenta con ver las piezas de lejos, quiso examinar de cerca á las artistas, confundióse en el grupo de los admiradores y elegantes, se introdujo en el vestuario donde se cuchicheaba y se hablaba un francés de necesidad, un francés de tienda, idioma que es muy comprensible para la vendedora cuando el parroquiano parece dispuesto á pagar bien.