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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Al contrario, es pedirles paso para no atropellarlos y aplastarlos. ¡Hm! dijo el P. Fernandez parándose y quedándose pensativo. Empiezen ustedes por pedir algo que no cueste tanto, algo que cada uno de nosotros pueda conceder sin menoscabo de su dignidad y privilegios, porque si podemos entendernos y vivir en paz, ¿á qué los odios, á qué las desconfianzas? Descendemos entonces á detalles...

Y también pensaba que soy merecedor de que usted no me trate así, don Melchor. ¡Pero qué pretende usted?... ¿Qué se ha figurado? exclamó Melchor parándose un instante frente a Baldomero en actitud amenazante. Cálmese, don Melchor, si yo no le falto... yo respetar a la gente... pero estos señores parece que se van a ir con mala impresión... ¡Mejor para ellos!

¡Qué curiosidad! A nadie más... ¿Será eso posible? Tan posible, que así es. Feliz de quien pueda compartir tanto afecto. Me parece que los llaman dijo la Pampita, parándose, y poniendo atención, agregó: , los llaman... es don Baldomero, ¿volvamos? Por el mismo camino marchaba hacia ellos Baldomero, que al aproximarse exclamó: Me parece, señores, que les ha gustado... la chacra, ¿no?

Ya en este terreno, D. Evaristo se descubrió más: «Amigo dijo parándose en la puerta de la botica . Su mujer de usted me ha parecido una mujer defectuosísima. Aunque la he tratado poco puedo asegurar que tiene buen fondo; pero carece de fuerza moral. Será siempre lo que quieran hacer de ella los que la traten». Maximiliano le miraba con ojos atónitos. Lo mismo pensaba él.

Paco, cada vez que sorprendía una de aquellas miradas furibundas, sonreía y hacía guiños a Manuel Antonio. Oye, Carmela dijo parándose frente a un cuadrito pintado al óleo, ¿dónde habéis comprado este San Juan? ¡Jesús! señor exclamó Carmelita, no es un San Juan, que es un Salvador, ¡míralo cómo se ríe el pobrecito! ¡Ah! es un Salvador. ¿En qué se distinguen?

La comitiva conversaba y reía dando vueltas por las calles no muy bien aderezadas de la huerta, parándose á cada instante y entremezclándose continuamente sin guardar etiqueta.

¡Dios de Dios! exclamó el sargento mayor, atusándose el mostacho y parándose delante de Luisa, el un pie adelante, afirmando el cuerpo en el otro y la mano en la cadera; ¿pues por qué, buena moza, no estoy yo ahora en Nápoles? ¿Qué diablos tendrá que hacer este tunante en Nápoles? pensó Quevedo ; oigamos, y palabras al saco. Es que si te fueras y no me llevaras, yo moriría de pesar.

Al cabo parándose delante de él le dijo: Siéntese usted, Tristanito, siéntese usted... Voy a hablarle... pero me permitirá que no me siente... No puedo; me encuentro alterado, completamente alterado. ¿Quiere usted una taza de tila? preguntó Tristán sonriendo interiormente de ofrecer tila a aquel monstruo. No, señor, muchas gracias; sólo le pido que me permita estar de pie y dar algunos paseos...

Luego que vieron los rosales y que el conde le hizo elegir algunos para mandárselos al día siguiente, tornaron por senderos distintos hacia la puerta de entrada. ¿Usted está seguro de que yo he venido únicamente a ver estos rosales? dijo Amalia parándose súbito y mirándole con fijeza.

«Pero, alma de Dios, ya que no trabaja usted... al menos despache menudencias dijo, parándose ante Rubín . Mire, allí está esa mujer esperando hace un cuarto de hora... Diez céntimos de diaquilón. En aquella gaveta está. Vamos, menéese». Rubín salía a la tienda y despachaba. «¿En dónde están los frascos de Emulsión Scott?». Mírelos, mírelos; si los tiene casi en la mano.

Palabra del Dia

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