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Ocurriósele de pronto una hipótesis: acaso la viajera fuese una miss inglesa o norteamericana, provista de rodrigón y paje con llevar en el bolsillo un revólver de acero de seis tiros.

¡Cómo! ¿pues qué ha sucedido? dijo Luisa, á quien se la puso un nudo en la garganta. El paje Gonzalo ha muerto de repente. ¿Y qué tenemos que ver con la muerte de Gonzalo? ¡Cómo! ¡infames! ¿qué tenéis que ver? ¿Sabéis por qué ha muerto el paje? Por lo que se muere todo el que entierran dijo Cosme Aldaba , porque se le ha acabado la mecha.

Ya era libre y señor; su madre había abandonado el mundo, dos meses antes, entrando al convento de San José, y acababan de enviarla, en compañía de otras novicias, a una casa de la Orden, en la ciudad de Córdoba. Sentose ante la mesa. El esquilón de la Catedral golpeó tres campanadas tranquilas. Las tres se dijo, y el paje no llega con la merienda.

El paje del hada, que era un gnomo, salió del seno de la tierra, cargó en las espaldas con los tejidos de Lita, y desapareció... El hada hizo entonces unos garabatos en el aire con su varita mágica, diciendo a su ahijada: Y porque eres buena, te curo ahora para siempre. Apenas dicho esto, Lita se sintió curada y se sentó en la cama, completamente derecha.

Sólo me inquieta una cosa decía entre dientes y compungido... la muerte de ese pobre paje Gonzalo... esa muerte cuyo autor conozco, y á quien no me atrevo á delatar porque sería necesario delatar á mi mujer... Vamos, es necesario olvidar esto, olvidarlo de todo punto... yo no he tenido la culpa; y luego, ¿quién sabe si aquellos polvos que me dió en la cárcel Cristóbal son un hechizo ó un veneno? los tengo aquí; me los metí sin reparar en ello en el bolsillo.

De mal talante y poco a poco llegó a subir Sancho, y, acomodándose lo mejor que pudo en las ancas, las halló algo duras y no nada blandas, y pidió al duque que, si fuese posible, le acomodasen de algún cojín o de alguna almohada, aunque fuese del estrado de su señora la duquesa, o del lecho de algún paje, porque las ancas de aquel caballo más parecían de mármol que de leño.

Antes que amaneciese, se fue el que llevaba las lanzas y las alabardas, y ya después de amanecido, se vinieron a despedir de don Quijote el primo y el paje: el uno, para volverse a su tierra; y el otro, a proseguir su camino, para ayuda del cual le dio don Quijote una docena de reales.

Luis de Torres, judio converso, intérprete. Domingo de Lequeitio. Lope, calafate. Jacome el Rico, Genovés. Pedro Terreros, maestresala. Rodrigo de Jerez, de Ayamonte. Ruiz García, de Santoña. Rodrigo de Escóbar. Francisco de Huelva. Rui Fernández de Huelva. Pedro de Soria. Pedro de Bilbao, de Larrabezua. Pedro de Villa, del Puerto. Diego de Salcedo, criado de Colón. Pedro de Acevedo, paje.

Creía verla de paje, de chula, de princesa, de gitana, y a veces medio desnuda, envuelta en un amplio manto rojo, destacando sobre un fondo de plantas tropicales y aureolada por los resplandores de la luz eléctrica. A la madrugada despertó intranquilo.

De cavilación en cavilación, dejó llegar la noche sin salir de la cuadra. Dos horas después de cenar, díjole al paje: Puedes irte a dormir. ¿No ha oído vuesa merced preguntó el muchacho algo así como un rechinar de eslabones en la estancia vecina y unos golpecillos como de huesos? Estarase alguno robando la argamasa del muro.