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Actualizado: 7 de mayo de 2025
»Perdóname, Señor. Mil blasfemias brotan de mi pluma. El pecador indigno, que debe dar estrecha cuenta de sus acciones, quiere mover pleito a tu bondad y apelar de tu justicia. Pero tú sabes cuánto padezco, y me compadeces y tal vez me perdonas. Tú llenabas antes mi alma. La vi, me aluciné, y ella llenó mi alma en el lugar tuyo.
Hablo con mis compañeros: unos me aconsejan que disfrute de la vida, y me ría de la gente; otros creen que saben algo, y se descarrian en sus desatinos; y todo aumenta la angustia que padezco. Muchas veces estoy á pique de desesperarme, contemplando que al cabo de todas mis investigaciones no sé ni de donde vengo, ni qué soy, ni adonde iré, ni qué he de ser.
Vaya usted, vaya usted, señor de Barragán, porque le digo a usted que si allí no se cura la ictericia en ninguna parte se la curará usted. Señora, yo no padezco de ictericia ni me duele nada repuso gravemente Barragán . Lo único que tengo es que quisiera saber... vamos, quisiera saber si hay algo o no hay nada...
Mi cabeza no puede apreciar bien... Padezco de olvidos de nombres y cosas. ¿A qué llama usted una chuleta? añadió llevándose la mano a las erizadas crines, por donde se le escapaba la memoria y le entraba la electricidad . ¿Por ventura, lo que usted llama... no sé cómo, es un pedazo de carne con un rabito que es de hueso? Justo. Llamaré para que se la traigan. No se moleste, señora. Yo llamaré.
En donde vuelvo los ojos, no encuentro mas que enemigos, i hasta la sombra que hace mi cuerpo me amedrenta. Si tanto padezco inocente, ¿qué seria de mí si hubiera entrado en mi corazón la culpa? Quizá las gentes me estimarian en mas, i la envidia ó no me persiguiera ó me persiguiera menos.
Pues yo también padezco del achaque de Sardiola.... ¡y a mucha honra! declaró Lucía ; ¡ya verá usted! ¡Bah!... ¡Sólo falta que también me salgan agradecidos sin causa! respondió Artegui en el mismo tono festivo . Pase aun cuando hay algún motivo, como con ese infeliz de Sardiola.... ¿Qué hizo usted por él? preguntó Lucía, incapaz de sellar sus labios preguntones.
Porque yo ni estoy reblandecido, ni soy ciego, ni sufro de lepra, ni padezco de tuberculosis, ni tengo cáncer ninguno. En cambio, me encuentro resfriado casi siempre y no comprendo por qué razón han de tratarme ustedes con tanto desprecio. Muchas veces, harto de toser y de estornudar, yo he acudido a ustedes en consulta.
23 si empero permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del Evangelio que habéis oído; el cual es predicado a toda criatura que está debajo del cielo; del cual yo Pablo soy hecho ministro. 24 Que ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las tribulaciones del Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia;
Padre, por amor de Dios dijo Nazaria aterrada por las palabras del clérigo . No me caliente la cabeza. Estoy esta tarde que si me acercan a la lumbre, ardo. El mal que padezco.... Sí, ya sé que padeces un mal insufrible. ¿Pero de qué proviene ese mal? Proviene de tus infames vicios, de la glotonería primero, de la cólera después y de otros grandes y deplorables pecados.
Tenemos ya una gran base de arreglo, que es su conformidad de usted con todo lo que le mande este pobre sacerdote». Fortunata al darle la mano se la besó. Las últimas palabras de la visita fueron referentes al mal tiempo, a que él no podía estar en Madrid sino dos semanas, y por fin a la jaqueca que tenía Maximiliano aquel día. «Es mal de familia. Yo también las padezco.
Palabra del Dia
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