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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Desempeñó en Méjico el cargo de Intendente general durante muchos años, y de allá vino nadando en oro; casó en Madrid con una señora de la cepa ilustre de Pacheco, y labró esta casa sobre la más modesta, aunque no menos hidalga, en que él había nacido... Pero de este preclaro ascendiente nuestro ya me has oído hablar muchas veces, lo mismo que de este otro que le sigue, con hábitos de sacerdote y la medalla de la Inquisición colgada del cuello.

Estos dos y el de Isabel Pacheco fueron los más frecuentados desde el año 1574; en ellos representaron las compañías de Ganasa, Alonso Rodríguez, Hernán González, Juan Granados, Alonso Velázquez, Francisco Salcedo, Alonso Cisneros, Rivas, Saldaña y Francisco Osorio, los más célebres que vinieron á Madrid desde aquel año hasta el de 1579.

La rama de los Moreno-Isla establecía además un enlace remoto entre doña Casta y Guillermina Pacheco; pero este parentesco era ya de los que no coge un galgo. Guillermina y la viuda de Samaniego no se habían tratado nunca. Jactábase doña Casta de haber educado muy bien a sus dos hijas. La mayor, Aurora, guapetona, viuda de un francés, era mujer de mucha disposición para el trabajo.

Si de mozo no sedujo a Velázquez el clasicismo sabio, pero frío de Pacheco, tampoco se dejó deslumbrar por la magnificencia de Rubens, a quien seguramente vio, en su visita a Madrid, pintar originales y copias: ni su entusiasmo por Tiziano y Tintoretto, le hizo vacilar en aquel amor que mostró dentro de lo verdadero a lo más sencillo.

Apolo preguntó á Anníbal Caro si se le ocurría hacer alguna observación, contestando que convendría convocar á D. Fernando de Acuña y al canónigo Pacheco, los cuales, como poetas satíricos, decidirían, con su perspicaz ingenio, si la cuestión propuesta era digna de ulterior consejo.

Bueno, pues antes de llegar a ella hay una casa en construcción... Está concluida la obra de fábrica y ahora están armando una chimenea muy larga, porque va a ser sierra mecánica... ¿Se va usted enterando? No tiene pérdida. Pues entra usted y pregunta por el guarda de la obra, que se llama Pacheco... lo mismito que yo.

Después de revolver mucho, fue encontrado el documento. «Eso dijo Fortunata , se lo da usted a mi amiga doña Guillermina». Pero no vale sin transferencia replicó el hablador examinando el papel. ¿Sin qué? Sin transferencia en toda regla. Pamplinas. Es mío, y yo lo puedo dar a quien quiera. Coja usted la pluma, y ponga que es mi voluntad que esas acciones sean para doña Guillermina Pacheco.

En el año 1609, dice en El Arte nuevo de hacer comedias que lleva escritas cuatrocientas ochenta y tres, y por el mismo tiempo asegura Francisco Pacheco, en el elogio que precede á la Jerusalén conquistada, que el número de sus comedias asciende á la suma redonda de quinientas.

No sin fundamento llama Palomino a la casa de Francisco Pacheco cárcel dorada del arte, pues fueron sus amigos y en distintas épocas debieron de leer o presentar allí sus obras muchos hombres ilustres.

Gracias á una suma de dinero, que facilitó Ganasa, y á algunos socorros de las cofradías, se edificó un techo en el corral de Isabel de Pacheco, que resguardaba todo el escenario y parte del patio, ocupado por los espectadores, pero de manera que el centro del mismo quedaba siempre descubierto.

Palabra del Dia

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