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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Tanto osamos escribir, y se nos vino la casa a cuestas... Hasta de mal patriota nos acusó un quechuista; y un señor Pacheco Zegarra, entre otros cultos piropos, nos llamó ignorante y charlatán. Con razones de ese fuste nos dimos por convencidos de que habíamos estampado un disparate de a folio.

Al pintor y literato Francisco Pacheco, amigo de Guerrero, se deben las primeras noticias biográficas que del compositor sevillano se conocen.

Menéndez Pelayo, que ha tratado magistralmente cuanto se refiere a nuestros escritores didácticos de bellas artes, dice, después de copiar más extensamente aquellos párrafos: «Este profundo sentido religioso, o más bien ascético que hace de Pacheco en la teoría un predecesor del espiritualismo de Owerbeck, le mueve a quitar todo valor propio a la pintura considerándola sólo como una manera de oratoria que se encamina a persuadir al pueblo... y llévalo a abrazar alguna cosa conveniente a la religión».

La cofradía de la Pasión destinó tres diversos lugares de Madrid á la representación de las comedias: un corral en la calle del Sol; otro, que alquiló para este servicio, y era propiedad de N. Burguillos, en la del Príncipe; y el tercero en la misma calle, perteneciente á Isabel Pacheco. Según indican los datos más antiguos, ya en el año de 1568 se dieron representaciones en estos teatros.

Pacheco lo refiere diciendo, que cuando era muchacho, «tenía cohechado un aldeanillo, aprendiz que le servía de modelo en diversas acciones y posturas, ya llorando, ya riendo sin dificultad alguna. E hizo por él muchas cabezas de carbón y realce en papel azul, y de otros muchos naturales, con que granjeó la certeza en el retratar» .

Después, a fin de hacerse la mano para el retrato a caballo, de que habla Pacheco, haría el que lleva el núm. 1.071 del mismo Museo, lienzo en el cual el monarca tiene la misma edad, y donde se le representa con armadura de acero en busto prolongado. Por último, haría el ecuestre que se expuso frente al Mentidero de San Felipe, y que debió de quemarse en el incendio de 1734.

Vivía entonces en Sevilla el celebre pintor Francisco Pacheco, y este artista, excitada su curiosidad por aquella mujer singular, la llamó á su estudio y le hizo un notable retrato al óleo, retrato del cual da las siguientes noticias don José María Asensio.

Entonces fue cuando éste se casó con Ramona Pacheco. Nada mejor acordado ni más merecido. Era como la cosecha sazonada de una larga labor de honrados pensamientos. Ramona Pacheco era una sobrina lejana que su principal había recogido huérfana y casi niña, y hembra bien singular ciertamente.

Guillermina no le quitaba los ojos, que con los guiños se volvían picarescos. Era una maravilla cómo le adivinaba los pensamientos. Parece mentira, pero no lo es, que después de otra pausa solemne, dijo la Pacheco estas palabras: «Porque eso de que Castelar le coloque es cosa de labios afuera. Usted mismo no lo cree ni en sueños.

Este teatro de la Cruz ó de las Obras pías superó por su extensión y comodidades á todos los demás, hasta tal punto, que sólo el de Isabel de Pacheco compartió con él, aunque menos frecuentado, los favores del público y de los actores.

Palabra del Dia

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