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Tenía la espingarda un cañón corto con boca acampanada, sujeto á larga caja de madera. Cargábase con baqueta, llevando la pólvora á granel en frasco de hierro y las balas en bolsa. Se disparaba sosteniendo la puntería con la mano izquierda y aplicando con la otra una mecha al oído.

Fusiles tenemos, porque todo campesino guarda el suyo encima de la puerta; pero, desgraciadamente, nos hacen falta pólvora y balas. La anciana labradora se había tranquilizado súbitamente, y mientras recogía sus cabellos debajo de la cofia miraba hacia adelante, como al azar, con aire pensativo. añadió Catalina bruscamente , pólvora y balas hacen falta, es verdad; pero ya tendremos.

Yo deseo todas las prosperidades imaginables a mis amigos, sin desear, no obstante, la muerte de nadie. Se dice que los chinos son pésimos artilleros, aunque se alaben de haber inventado la pólvora. Sin embargo, no hace falta más que un obús clarividente para hacer la felicidad de muchas personas. »Adiós, señora. Si yo le escribiese tanto como la amo, mi carta no tendría fin.

Presenta varios pequeños estratos ó mas bien fajas parciales de cantos rodados del tamaño general de una nuez, habiéndolos hasta del de una naranja; generalmente estos cantos están aislados, en una misma línea, como resultado de una fuerte corriente, venida de larga distancia. La roca, por lo general, es muy dura, habiendo sido necesario varias veces emplear la pólvora para estraer los restos.

Izquierdo, dejemos las bromas a un lado; me da mucha lástima de usted; porque, lo digo con sinceridad, no me parece tan mala persona como cree la gente. ¿Quiere usted que le diga la verdad? Pues usted es un infelizote que no ha tenido parte en ningún crimen ni en la invención de la pólvora. Izquierdo alzó la vista del suelo y miró a Guillermina sin ningún rencor.

La afición meridional al estruendo, el instinto de raza, ansioso de correr la pólvora, revelábase en el inmenso corro, donde se contaban las escopetas a centenares y el tirador de chaqué disparaba junto al aficionado de blusa.

No se sabía por qué para la antigua industria se habían comprado tantas hectáreas; pero ello había sido una fortuna... para la industria nueva, que, a bajo precio, había podido adquirir lo que la fábrica de pólvora necesitaba y lo que a la otra no le servía para nada.

Eso quiere decir... dijo Rocchio resoplando como un ballenato. Lo que usted quiera, señor Rocchio. Y le dió el golpe de gracia, con esta preguntita intencionada: ¿No siente usted hoy olor a pólvora? A chamusquina contestó el otro, y juraría que soy yo el que arde, como costal de paja.

Y si se deja pasar delante a la dama, ninguno de los nocturnos rondadores se detendrá en su carrera loca, aunque oiga el tiro que corta la vida de su rival, aunque tropiece en el camino su ensangrentado cadáver, aunque el tufo de la pólvora le diga: «¡Al final de tu idilio está la muerte!». No, no se pararán.

Tu hermano está en Bayona. Lo mejor es que se pase por Molina antes de venir a Madrid. Le escribiré hoy mismo. Sosiégate; eres así, o la apatía andando o la pura pólvora... Eso es ahora, que antes, para mover un pie le pedías licencia al otro. Te has vuelto muy atropellado. Le miró de un modo tan indagador, que al pobre chico se le volvieron a abatir los ánimos.