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¡No se descuide, don Baldomero, que cuando llueve se mojan todos! replicó la vieja disponiéndose a ordeñar, al sentarse en cuclillas al pie de una vaca negra que rumiaba tranquilamente, mientras movía, sin éxito, el tronco de su cola atada en la punta a sus propios garrones. Yo he tenido que desayunarme con leche dijo Lorenzo, cansado de esperar un mate dulce que me ofrecieron...

Para ordenar al dean D. Juan de Contreras fué menester que el cabildo le mandase entregar el báculo de plata dorado, e la mitra mayor, con lo que necesario es del Pontifical mayor, para levar á nuestro Sr. el obispo D. Sancho de Roxas á Baena.

No podía hacer la pobre niña nada, fuese tuerto o derecho, que mereciese su aprobación; era un ordenar constante de la mañana a la noche, primero una cosa, después otra, a menudo cosas contrarias, lo que producía disgustos, conflictos y escenas ruidosas. Julia tenía ocupados todos los minutos del día; cinco horas de piano, dos de bordado, dos de estudio, etc.

He salido para Milly con mis tres pequeñitas. Estoy contenta y necesito pasar aquí algunos días de reposo para ordenar en calma las ideas que agitan mi cerebro. Mañana procuraré escribir algunas reflexiones que me han sugerido los acontecimientos ocurridos.

El dominio de la Amparo se hizo absoluto. Ella fué quien comenzó a ordenar, o por mejor decir, a desordenar los gastos ostentando un lujo escandaloso en sus vestidos, joyas y trenes. Y como no faltan en Madrid hambrones de levita y de frac, al instante tuvo una corte de parásitos que cantaron sus alabanzas. Dió tes y comidas; se jugó al tresillo.

De modo, señora, dijo el capitán, que debo ordenar á mi mayordomo que prepare otro camarote, además de los que Vd. ha contratado.

Al cabo de un rato, Rosa la arrancó a viva fuerza de allí, y volvió a sujetarla al pesebre: después se puso a ordeñar, dándose muy buena traza. Cuando hubo mediado el jarro de madera, se lo ofreció a Andrés, pero éste negose a aceptarlo galantemente si antes ella no bebía. La leche caliente y espumosa dejó en los labios de Rosa un cerco blanco a modo de bigote.

Su voz era lenta, con largos titubeos; notábase cierta incoherencia en sus palabras; se adivinaban sus esfuerzos para ordenar las frases y encauzar el pensamiento.

Al punto se abalanzó hacia el pequeño bulto D. Paco, y observándolo y recogiéndolo, dijo: ¿Una cartita, eh? La ha arrojado un hombre. Inés, que se acercó de nuevo a la reja, exclamó con terror: ¡Doña María, doña María viene ya! Se quedaron muertas, petrificadas; pero con presteza extraordinaria las tres empezaron a ordenar los objetos, para que cada cosa estuviese en su sitio.

Volví al Mac-Cullock para ordenar la descarga del equipaje y efectos de guerra que traía, habiendo tenido ocasión de encontrar en aquellas aguas de Cavite á varios revolucionarios de Bataan, á quienes entregué dos pliegos que contenían órdenes de levantamiento para la citada provincia y la de Zambales.