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Actualizado: 17 de junio de 2025
«Sí, sí, tiene razón D. Francisco afirmó el pobre tisico, que estaba de buenas, entregándose con embriaguez á un loco optimismo. Se intentará.... Eso no puede quedar asi. Tengo el recelo añadió Torquemada, de que los que intervinieron en la acción la otra vez no anduvieron muy listos, ó se vendieron a la Marquesa vieja.... Lo hemos de ver, lo hemos de ver. En cuantito que yo suelte el catarro.
Eran unos tres mil duros, y con esta cantidad pensaba encontrar la salvación. El optimismo tornaba a apoderarse de su ánimo, como una reacción necesaria tras tantas horas de insufrible dolor. Aún tenía salvación.
Yo no abrigo la menor duda sobre el resultado favorable de la campaña militar en Oriente; pero afirmo con toda la sinceridad de mi alma, que si por conveniencias políticas, ó por lo que sea, llevamos nuestro optimismo hasta el extremo de hacernos la ilusión de que con el éxito incompleto que estamos obteniendo hemos aplastado para siempre la hidra del racismo, cometeremos un gravísimo error del que pronto tendremos que arrepentirnos.
Y cuando algún malhumorado ruge contra la lejana República, dando a entender que las cosas son en ella muy distintas de como las imagina el optimismo, el grande hombre salta indignado en defensa de un país cuyo nombre mencionan siempre con veneración su mujer y sus hijos.
Todos se sentían dominados por un optimismo meridional. Las lenguas de fuego comenzaban a salir del interior de la falla, lamiendo la ropa de los monigotes. ¡Bravooo...! ¡Vítooor! Nadie pensaba que aquello era madera y cartón.
En pocos años habían transformado su país; su industria era poderosa... pero resultaban de un trato irresistible. Cada uno en su casa, y ¡ojalá que nunca se les ocurriese envidiar la del vecino!... Pero esta última sospecha la repelía inmediatamente con su optimismo de hombre de negocios. «Van á ser muy ricos pensaba . Sus asuntos marchan, y el que es rico no siente deseos de reñir.
De lo que antes yo gustaba más, en la filosofía alemana, era del optimismo. El ser llorones se dejaba a los poetas exóticos, como Byron y Leopardi. En Alemania, ni los poetas siquiera eran quejumbrosos y desesperados. En el más grande de todos, en Goethe, celebro yo con singular contentamiento cierta alegría reposada y majestuosa y cierta olímpica serenidad.
Y no porque yo me valga de rodeos y perífrasis, sino porque quizás á causa de mi optimismo y de mi indulgencia afectuosa, apenas condeno á nadie y hallo disculpa para todo.
Era más bien un ensueño plácido, en el que su cuerpo se dilataba con estiramientos de voluptuosidad y su imaginación corría por los risueños horizontes del optimismo. Las espumas de la cascada eran blancas, vibrando en las facetas de sus diamantes líquidos los colores del iris. El cielo era de tinta rosa, con lejanas músicas y suaves perfumes.
Ca uno sale como puede, con su habilidad o su coraje, sin que le valgan recomendaciones de la tierra ni del cielo... Tú tiees talento, Sebastián: tú debías de haber estudiao una carrera. Y en el optimismo de su alegría, miraba al banderillero como un sabio, sin acordarse de las burlas con que había acogido siempre sus enrevesadas razones.
Palabra del Dia
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