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Actualizado: 17 de junio de 2025
Las alas parten más raudas y seguras a hender los espacios cuanto más alta y sólida sea la atalaya de observación desde la cual se lanzan a volar. A la edad de diez y ocho o veinte años la mujer carece de aptitudes analíticas y de observación. El mundo es para ella una maravilla deslumbrante, en cuya presencia el optimismo toma formas de ceguera.
Me dice el corazón que está buena y sana, que volverá hoy... declaró Doña Paca con ardiente optimismo, viendo todas las cosas envueltas en rosado celaje . Por cierto que... Perdone usted, señor mío: hay tal confusión en mi pobre cabeza... Decía que... Al anunciarse el señor D. Romualdo en mi casa, yo creí, fijándome sólo en el nombre, que era usted el dignísimo sacerdote en cuya casa es asistenta mi Benina. ¿Me equivoco?
Experimentó Ojeda con esto la primera satisfacción de toda la noche. ¡Muy bien! Así aprendería el viejo importuno a no creerse en plena intimidad. Además se imaginó, con un optimismo inexplicable, que esta negativa era a causa de él. Tal vez Maud deseaba igualmente una entrevista, al desvanecerse su enfado inexplicable. ¡Quién sabe!...
Pero olvidó su optimismo homicida, para añadir con cierta angustia: Lo que yo deseo es que me expliquen bien el tiempo de que puedo disponer para apuntar. No quiero equivocarme, y que me tomen luego por un ordinario, incapaz de comprender estas cosas. Conservaron sus pistolas los dos enemigos, con el cañón en alto.
Quiero decir con esto que, por no proponerse el autor defender esta o aquella opinión, se coloca por cima de lo opinable, se deja guiar por su recto sentido, y sin sermones o discursos logra que resulten de la condición y carácter de los personajes y de la acción en que intervienen una muy alta moralidad y cierto consolador optimismo, aun en medio o después de las mayores tragedias.
Quedó Jaime inmóvil, sintiendo en la espalda y en el pecho los trapos amontonados por las dos mujeres en su horror a la sangre. El optimismo que le había animado al doblarse sus piernas y caer junto a la torre volvió a reaparecer. Seguramente, aquello no era nada: una herida insignificante; sentíase mejor.
Su reputación de santo y de benigno atrae a su confesionario, no ya a los niños y a las vírgenes, sino a la turba multa de desaforadas y lascivas pecadoras. La limpieza de su cándido optimismo se mancha con el negro cieno del mundo. Y resignado y triste, aunque lleno siempre de dulce confianza en Dios, muere al fin «Quitolis», muere también su viejecita madre y termina así la novela.
Con la tila y el azahar Anita acabó de serenarse. Respiró con fuerza; sintió un bienestar que le llenó el alma de optimismo. «¡Qué solícita era Petra! y su Víctor ¡qué bueno!». «Y había sido hermoso, no cabía duda.
Merchán en que en Cuba la corrupción administrativa es deplorable: es un mal que requiere pronto y enérgico remedio. ¿Pero le hallará la rebelión, si triunfa y establece en Cuba una República independiente? Lo dudo, y no digo rotundamente lo niego, porque no me precio de profeta, porque mi optimismo no tiene limites y porque no he perdido la fe en lo sobrenatural y milagroso.
La solemne mistress Augusta Haynes pasó ante sus ojos. ¿Cómo se portaría con él?... ¿Sería la serpiente del paraíso que acababa de crear?... Su optimismo acabó por no tener en cuenta el aspecto imponente y duro de la madre de Margaret. El fondo de su carácter tal vez era bondadoso, como afirmaba la hija. ¿Y si no lo es?... ¿Y si no lo es?...
Palabra del Dia
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