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Actualizado: 26 de junio de 2025
Un hedor de asfalto recalentado y boñiga en fermentación surgía del suelo de las grandes vías. Cerca de la casa del señor Vicente, en las estrechas calles de los barrios bajos, el mal olor del verano martirizaba el olfato. La plaza de la Cebada humeaba como un estercolero en putrefacción.
Dos pequeños relámpagos, dos culebreos de fuego marcáronse uno tras otro en las tinieblas de los matorrales, seguidos de dos estampidos que casi se confundieron. Jaime experimentó en su olfato una sensación acre de pólvora quemada, que tal vez no fue más que un fenómeno imaginativo.
En la rosa había asimismo belleza extraordinaria, reflejo de la idea; perfección de formas, que encierra puros pensamientos artísticos. Esto sólo puede comprenderlo la inteligencia. Sólo el espíritu puede gozar de todo esto. Es así que la mariposa no tiene inteligencia, ni espíritu, ni siquiera olfato: luego al rosal le faltaba lo mejor. Sus prendas de más valía quedaban sin fin y sin propósito.
Seguía el rastro de S *, como perro perdiguero, y no lo abandonaba hasta no dar con él, empresa tanto más difícil, cuanto que las dos opuestas salidas del edificio son obstáculo no pequeño para toda vigilancia; a pesar de su acentuada miopía, iba directamente tras la pista, de tal manera, que diríase era el olfato y no la vista que le guiaba.
La vida parecía acrecentarse al paladearlos; los sentidos cobraban nueva intensidad; la sangre ardía atropellándose en su circulación, y el olfato se excitaba sintiendo anhelos desconocidos, como si husmease una electricidad nueva en la atmósfera. La pareja de viajeros bebía de todo, después de resistir con débiles protestas las invitaciones de Luis.
No tenía Fernando más que ladear un poco la cabeza, volviendo los ojos al interior de la cubierta, y recibía en su olfato inmediatamente la esencia de los licores que burbujeaban con mezcla de soda en las mesas del café, el perfume de agua de Colonia que iban esparciendo las mujeres, como un recuerdo de su baño matinal.
Cada uno de ellos despertó en su pensamiento una perspectiva suavemente rosada como la carne femenil, una nueva visión inconfesable que le volvía de golpe á su pasado. Percibió en el ambiente, con el recuerdo más que con el olfato, un perfume conocido: el perfume de ella. Vió vagamente todo lo que le rodeaba, como si se esfumasen sus contornos.
Acaso para dar más contento y cierto realce de abundancia y galanía al regocijo, todos traían de sus cármenes y alquerías, para cambio o para regalo, algo que ofrecer de agradable al gusto, al olfato o a la vista.
No te digo que beses la mano á los curas, sé que tienes el olfato delicado como tu padre que no podía comer el queso de Europa... pero tenemos que sufrir, callarnos, decir á todo sí... ¿Qué vamos á hacer? Los frailes tienen todo; si ellos no quieren, ninguno saldrá abogado ni médico... Ten paciencia, hijo mío, ¡ten paciencia! Si la he tenido mucha, madre; ¡por meses y meses he sufrido!
Estas llamaron siempre la atención de los frenólogos por una especial configuración en que se traslucía lo que él llamaba exquisito olfato moral. Para la ciencia eran magnífico ejemplar de estudio, un tesoro; para el vulgo eran meramente grandes.
Palabra del Dia
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