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Actualizado: 7 de julio de 2025
Era el monarca el que costeaba la obra y habia que aceptarla tal como se le daba; pero siempre que el clero podia obrar con independencia, imponia como cánon para las construcciones sagradas la severa y magestuosa forma ojival, verdadero emblema de sus pasados triunfos.
Con tales condiciones, forzosamente tenia que decaer el arte ojival en el siglo XV; y si á esta decadencia se agregaba en el siglo XVI el abandono que de él hacian los pontífices y el fomento que daban al nuevo sistema arquitectónico los príncipes y magnates, y la misma Iglesia un tanto secularizada, claro es que del antiguo modo de edificar no podian quedar en breve mas que los mudos ejemplos en los monumentos y el indiferente recuerdo en los hombres.
Sus alcaides y señores los Argotes aumentan con su merecido renombre el lustre que le dan las bellezas del arte y de la naturaleza, su iglesia ojival de S. Mateo, el palacio de los duques de Medinaceli, sus hermosos paseos sombreados y embalsamados con naranjos y cinamomos, su deliciosa campiña resguardada de los ateridos vientos del norte por la magnífica sierra de Araceli.
Enfrente se levanta un paredón ruinoso, resto de un antiguo palacio; a la derecha veo las ruinas de una iglesia, con la portada clásica casi intacta, con un arco ojival fino y fuerte, que se destaca en el cielo radiante y deja ver, en la lejanía, entre su delicada membratura, el ramaje seco de un álamo erguido en la llanura inmensa... A la derecha, otra iglesia ruinosa permanece cerrada, silenciosa, y se desmorona lenta e inexorablemente.
Se abrió una puerta más allá del arco del Arzobispo, la de la escalera que conducía a la torre y las habitaciones del claustro alto, ocupadas por los empleados del templo. Un hombre atravesó la calle agitando un gran manojo de llaves, y rodeado de la clientela madrugadora comenzó a abrir la puerta del claustro bajo, estrecha y ojival como una saetera.
Y para que fuese mas evidente que el antiguo estilo gótico no habia sido completamente derrotado, sino que habia de grado cedido el campo al italiano, los arquitectos españoles del siglo XVI conservaron muchas veces en las portadas formadas con los órdenes antiguos las andanas de estatuitas con sus afiligranadas repisas y marquesinas, y en los macizos y entrepaños aquellos filetes perpendiculares y enlazados con circulitos trebolados y losanges, que cubrian en la decadencia del arte ojival los miembros de mayor resistencia imitando ajimeces ornamentales y caprichosos enrejados.
Está encerrada en medio de la mezquita árabe una catedral cristiana; y se pierde de vista entre aquellos inmensos grupos de columnas como una cabaña entre las hayas del bosque ó una pequeña nave entre las embravecidas olas del Océano. Ojival lancetal. Angrelado ó de ondas. Trebolado apuntado. Ojival lúmido. Conopial. Apuntado ú ojival equilátero. Apainelado ó de vuelta de cordel ó carpanel.
Estas señales y la certidumbre de que en España no se figuraron armas de linaje hasta fines del siglo XII, y muy poco después se introdujo la arquitectura ojival que se nota en la puerta y ventanaje de la torre, me hace fijar su construcción a principios del siglo XIII, tal vez por el mismo señor cuyo castillo roquero de poco más abajo de aquí, fue derribado en pena de alguna rebelión de las que solía promover por aquel tiempo la casa de Lara, extendida en muchas ramas por este valle y los inmediatos, y reprimida con mano fuerte por el Rey D. Fernando, como su nieta Isabel la Católica extinguió los bandos de Castilla en que esta torre y otras se hicieron notar.
Estaba empedrado, y en el medio había una fuente de piedra oscurecida por el musgo; cerca de ella un gran pilón cuadrado, donde lavaban ropa dos hermanas. En uno de los lienzos de aquel patio acerté a ver una puerta mayor que las otras, de arco ojival, con cruz de piedra encima, y presumí inmediatamente que era la de la capilla.
Era gótico, pero no tenía la crudeza blanca, la sobriedad desnuda de las viejas catedrales. La arquitectura ojival sé convertía en polícroma: el oro y el bermellón chorreaban por los nervios de los pilares, y los arcos apuntados: las bóvedas, eran azules con estrellas de oro, como un cielo de teatro. Esta belleza, tan bonita, sólo podían imaginarla los Padres de la Compañía.
Palabra del Dia
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